La muerte nos sienta tan bien... III


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La muerte nos sienta tan bien... III



Me desperté con los rayos del sol haciéndome cosquillas en la nariz. En un primer momento no supe donde estaba, pero al moverme y sentir un ligero malestar en el culo recordé que me habían follado, y comprendí que no es que Néstor estuviera mal armado, sino que yo estaba tan caliente tras descubrir a tanto tío bueno en faena que podría haberme tragado (bueno, mi esfínter) dos como la suya de una tacada. Pero al amanecer el culo me dolía, y eso ponía las cosas en su lugar.

Después recordé que la experiencia no había acabado precisamente bien. Me puse la ropa a toda prisa dispuesto a salir corriendo de aquella casa y no volver nunca más.

Me estaba metiendo el móvil en el bolsillo cuando Lían se asomó a la puerta de la habitación. Pensé, tierra, trágame.

- Te he hecho el desayuno –dijo. – Te espero en la cocina.

Imaginé que me habría preparado huevos con arsénico. (O que le quedaba por ahí alguna lata de sopa de champiñones asesina).

Fui al baño, me arreglé un poco, me mojé varias veces la cara, volví a arreglarme, recé un padrenuestro y me fui para la cocina. Lían me sonrió con una ristra de dientes blanqueados artificialmente.

- A la luz de tu sonrisa empieza a notarse que tienes el dinero que decías tener –bromeé.
- Siempre quise arreglarme la boca. La muerte de mi novia lo hizo posible.
- Es bastante triste.
- Es un punto de vista. Otro es que ella ya no está, yo sí, y he de estar presentable para cuando encuentre alguien a quien amar.
- Visto así…
- Anoche te dejaste follar por Néstor.
- En realidad no lo pretendía. Fue todo muy inesperado.
- Ya. Néstor ha aprendido a meterla por sorpresa. No le ha quedado más remedio porque la tiene tan gorda que los tíos se asustan cuando se la ven, así que ya no avisa. La mete sin más.
- ¿No estás enfadado? –me atreví a preguntar.

Mientras me servía el café negó con la cabeza.

- Cuando os vi lo pasé mal. No te voy a negar que me sentí muy decepcionado contigo. Pero he tenido el resto de la noche para reflexionar.

Perfecto. Lían no había pegado ojo por mi culpa.

- ¿Y has llegado a alguna conclusión?
- Me he puesto en tu lugar. Conoces a un tipo raro en el tren, te sonsaca información sobre un hecho doloroso y traumático de tu vida, te mete en su coche, te lleva a su casa, te suelta que le gustas y que hasta se enamoraría de ti, al llegar a su casa descubres que vive con un montón de chicos guapos que se acuestan los unos con los otros, te invitan a dormir allí, te despiertan con sus polvos depravados a mitad de la noche, te acarician y te penetran sin que te dé tiempo a parpadear. Hace más de cien palabras que no es culpa tuya.
- Pero debí decirle no a Néstor. Por lo que me contaste.
- En realidad eso también es culpa mía. Si yo hubiera sido sincero con Néstor, si le hubiera dicho que aún siento algo por él, él no follaría en mi casa, y con mis amigos. Pero me callé, y eso no me estaba haciendo demasiado bien. Tengo un montón de chulazos en mi casa y duermo solo. Entiéndelo, eso no puede ser bueno. Resumiendo. Quizá necesitaba que te acostaras precisamente con Néstor, para cambiar de actitud. Esta mañana hemos tenido una conversación bastante larga. Y se ha ido.
- Lo siento… ¿Se ha ido? ¿Significa que ya no vive aquí?
- Ha hecho las maletas y todo, para no hacérmelo más difícil. Y me ha pedido que me despida de ti por él. Que tienes un culo estupendo y que ha sido un placer penetrarte.
- Muy delicado no es que sea, ¿verdad?
- Tan delicado como un bocata de tachuelas.

Era un alivio que las cosas hubieran salido así. La verdad es que me parecía genial haber conocido a Lían y al resto del club, casi no había tenido tiempo de pensar en que había enterrado a mi pareja.

- Creo que tienes mucha sangre fría. Yo no creo que pudiera perdonar algo así.
- ¿Quién ha dicho que te haya perdonado? –pero sonrió al decirlo.
- ¿Dónde están los demás? ¿Duermen?
- Están todos trabajando, menos tú.

Saqué el móvil y miré la hora.

- Aunque saliera ahora mismo por la puerta llegaría al curro tres horas tarde. Creo que hoy se las van a tener que apañar sin mí.
- Es lo más lógico. Tú estás de luto. ¿Te quedas conmigo?
- Vale.
- ¿Qué te apetece hacer?
- No lo sé. Tendrás que proponer algo tú. ¿Qué se hace un día de diario en casa de Lían?
- ¿Aparte de follar?
- Aparte.
- ¿Aparte? –insistió.
- Bueno… ¿Quieres follar?
- Lo estoy deseando.
- ¿Conmigo?
- No veo a nadie más.
- ¿Después de lo que pasó anoche?
- ¿Qué importa lo que pasara anoche? Anoche fue anoche. Ahora es ahora. Mañana podríamos estar muertos.
- Pero Lían…
- Rafa. Hace tanto tiempo que no veo una polla que ya ni me acuerdo de la forma que tienen. Hace tanto que no me hago una paja que cuando me corra habrá que redecorar el piso. Piensa que estás haciendo una obra social, que das de comer a un pobre, que le cedes tu asiento a una embarazada, que ayudas a una vieja a cruzar la calle.
- Vale, vale. Ya me habías convencido. ¿Y dónde lo hacemos? ¿Aquí, en la cocina?
- Por ejemplo. Quiero polla. Lo demás es perder el tiempo.




Al oír aquello me puse de pie como impulsado por un resorte y antes de que mis inhibiciones me hicieran cambiar de opinión me bajé los pantalones del tirón.

- Aleluya –dijo Lían, cayendo de rodillas y enterrando la nariz entre mis huevos.
- Pensé que cuando tú y yo nos acostáramos sería de otra manera.
- Me conociste anoche. ¿Cuándo pensaste eso? No hay tiempo material.
- Pensé que sería algo romántico, como un beso en un portal, un paseo a la luz de la luna…
- Piensas demasiado.
- Creí que empezaríamos abrazándonos, besándonos…
- Hablas demasiado.
- … y que en la primera cita solo nos magrearíamos las pollas por encima del pantalón.
- ¿Estás de coña?
- Algo de eso hay.
- No parece que a tu polla le importe que no hayan abrazos –dijo Lían, pegando la mejilla al tronco de mi vara.
- Mi polla es feliz. Quién fuera polla.
- Quien fuera polla las 24 horas.
- Quién.

Por fin dimos por concluido el diálogo de besugos.

Mientras me lengüeaba el rabazo de arriba abajo, Lían se sacó el suyo y empezó a hacerse un pajote liberador.

- Buena polla –dije.
- Gracias.
- No hay de qué.
- La tuya tampoco está mal.
- ¿Está rica?
- Deliciosa.

Bueno, en realidad fuimos incapaces de dejar de cascar.

- ¿Cómo era comerle la polla a Néstor?
- Una pasada. Me ahogaba con ella.
- ¿Te conformarás con la mía?
- No me queda más remedio.
Aunque entre cháchara y cháchara Lían me hacía unas mamadas de campeonato.

- Qué bien la comes.
- Mm-mm-mmmm.
- Casi prefiero esto a los abrazos.

Me miró desde abajo.

- ¿Cómo dices?
- Bueno… Es preferible que empecemos así. Nos has ahorrado semanas y semanas de llamadas telefónicas disculpándose el uno y amargándose el otro, y más semanas de perdón, tanteos, bromitas, besitos y amor.
- ¿Una mamada significa ahorrarse todo eso?
- Sí… ¿no?
- Una mamada es una mamada. Punto. Y si no quieres que te muerda cierra esa bocaza de una puta vez.

Obedecí. En algún momento Lían cogió el ritmo adecuado y nos convertimos en dos maquinitas. Yo impulsaba las caderas y él recibía polla y se hacía con ella, avanzando y retrocediendo, con mucha saliva, adentro y afuera, más adentro que afuera, adentro, adentro y afuera por necesidad, otra vez adentro. En algún momento fue “afuentro y aduera” pero lo corregimos con un golpe de caderas la primera vez y con un atragantamiento de rabo la segunda. Le follé la boca a placer, embistiéndole rabo hasta la traquea. El pobre estaba tan necesitado de carne que recibía mis estocadas con mal disimulada alegría, al tiempo que se pajeaba a toda velocidad.

Cuando empezó a tragar hasta la empuñadura y puso los ojos en blanco comprendí que se aproximaba el final. Le pasé las manos por la espalda (hasta donde llegaba) para acrecentar su clímax, y empecé a abrir y cerrar el ano para propiciar mi propia corrida.

Mamó más profunda y profusamente. La saliva se le escurría por ambos lados de la boca y seguía fabricando más, completamente enajenado. Tragando, tragando. Mi polla parecía lo más rico que hubiera probado. Se relamía, se atragantaba, se volvía a relamer y luego se golpeaba en la cara una y otra vez con mi verga mojada. Me alegré de que por fin a alguien se le fuera la pinza comiéndose mi polla. Por triste que suene, eso aumentó bastante mi autoestima.

Su mano aceleró el pajote, su boca se afanó más, tragando, tragando, tragando, sus rodillas se separaron, se iba a correr, tragaba, tragaba, apreté el esfínter, lo solté, se tragó mi polla hasta rozar con la barbilla mis cojones y mantuvo ahí, mantuvo, pajeándose enfebrecido con la boca llena a rebosar, mantuvo, mantuvo, le sujeté la cabeza, la metí más adentro, se dio más caña, ya, ya, se iba a correr, se corría, apreté, solté, me venía, me iba a correr, la boca llena, la saliva goteando, los huevos rozando todavía su barbilla, mis manos sujetando su cabeza, toda mi polla oculta, su mirada perdida, se corría, se convulsionó, me convulsioné, ya, ya, yaaaaaaa, su primer chorro de leche espesa en el suelo de la cocina, mi primer trallazo de esperma directo a su garganta, el clímax, lo mantuve agarrado, soltando la lefa adentro, adentro, su leche salía a borbotones, la mía le entraba, adentro, más adentro, empieza a tragar mi leche, le doy más, no paro de darle, se saca mi verga y recibe los últimos disparos en la lengua, se relame, vuelve a metérsela hasta rozar de nuevo mis cojones y sale de nuevo, chupando, recogiendo todo por el camino, dejándomela limpia. Mi polla pierde algo de fuelle y aprovecha para hincársela más dentro y disfrutar del tacto de mis cojones contra su labio inferior. Disfruta, disfruta, disfruta…

Fue fantástico.

Lástima que el día acabara mal.

Estábamos todos, caída ya la noche, viendo la tele en el salón de Lían. La noticia llegó por teléfono y nos pilló completamente desprevenidos. Fue como el equivalente nuclear a recibir un jarro de agua fría.
Habían encontrado a Néstor en un descampado cerca de su casa.

Muerto.


Continuará…


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