Amígdalas deliciosas



Amígdalas deliciosas

Autor: Pehuenche


Necesitaba un momento de mucho relax y, para estas ocasiones, lo mejor son los hombres. Ingresé al chat y comencé a dialogar sobre el tiempo y el frío con un chico de Neuquén que dijo que tenía 20 años, yo tengo 40, con la intención de pasar el rato y nada más. Intercambiamos los mensajeros para poder dialogar en forma privada y el intercambio de palabras fue elevando el tono, y, como no podía ser de otra manera terminamos preguntándonos qué nos gusta hacer a ambos en lo que a sexo se refiere.
Me dijo que le gustaba mucho que le practicaran sexo oral y también penetrar. Casualmente a mi me gusta hacer y que me hagan ambas acciones. Me dijo que era más alto que yo y que pesaba bastante más. Le confesé que tenía cierto temor porque él era un pendejo y yo era bastante mayor, pero me tranquilizó indicándome que podíamos encontrarnos sin compromiso, si no nos gustábamos, todo bien igual.
Cuando me recibió en la calle me quedé sin aliento. Era un lindo pibe, de barba de tres días, robusto, no gordo, y muy despierto, para nada retraído. Ingresé a su casa, me dijo si quería tomar algo, le pedí agua, y enseguida me dijo que fuéramos al dormitorio. Yo tenía mucha vergüenza, pero me dijo que estaba todo bien. Me abrazo y me sentí raro, contenido, era como que sus dos brazos, su boca y su pecho me envolvían totalmente. Efectivamente me dí cuenta que él era grande de físico y podía tenerme como quería.

Entramos en calor y comencé a acariciarle el pecho, todo peludo, le recorría con mis manos las tetillas que se ponían bien duras. Le acariciaba toda esa espalda con mis manos, hasta que comencé a acariciarle la panza y desabrocharle el pantalón. Llegué con mis manos al monte de Apolo, desprolijo, con pelos duros, hasta que mis yemas llegaron a la base del pene. Fue increíble sentir que sus ojos estaban cerrados, su lengua estaba dentro de mi boca y me imaginaba cómo era sentir todo ese cuerpo que me envolvía arriba mío, desnudo.

Saqué mi boca de la suya para poder lamerle los lóbulos de las orejas. Como él era más alto que yo, debí ponerme en punta de pies, mientras mi mano ya había comenzado a acariciarle el pene. Le susurré si quería que se la chupara, mientras el estuviera parado y yo me arrodillara enfrente. Lo miré a los ojos, los tenía cerrados y con expresión de mucho placer, y me dijo que lo hiciera por favor.
Terminé de bajarle los pantalones. El pene estaba todavía preso en su slip. Olí por sobre esa tela y fui bajando el slip suavemente, mientras comenzaba a acariciar todo ese montón de pelos negros del que sobresalía su masculinidad, esa masculinidad de pendejo. No estaba del todo duro, así que pasé mi lengua por los huevitos llenos de pelos y lo tomé con mi mano derecha, para poder correr el prepucio para atrás. El olor que tenía el glande y la zona del frenillo, llenó mis sentidos. Era un olor a pene de macho, no había duda. Unos 18 centímetros más o menos y una hermosa cabeza, chica, ideal para poder introducirlo todo en mi garganta.

Comencé lentamente hasta que estuvo bien duro.




Estaba de rodillas oliendo esa hermosa pija con la base peluda, con el olorcito de pija recién levantada que me vuelve loco. Le acariciaba los huevitos y empecé a hacer vacío con mi boca. Mi lengua recorría todo ese monumento de carne, desde el glande hasta la base, con los labios apretaba suavemente el tronco. Con mis manos fui bajándole el pantalón hasta que quedó todo en el piso y entonces comencé a acariciarle la cola, una cola grande, peluda, y unas piernas duras. Con su pene en la boca, no podía introducirmelo en esa posición, lo miraba hacia arriba y él estaba con los ojos cerrados y me decía muy despacio que siguiera, que le gustaba lo que estaba haciendo. Estuve como quince minutos así.

Me paré y le dije que por favor necesitaba que se acostara porque quería meterme toda la pija en la boca. Así que se puso en la cama boca arriba, se sacó los pantalones de los pies, y me puse al revés, como para hacer un 69, pero yo no me había desvestido. Comencé a succionarle el glande nuevamente y a acariciarle esas hermosas bolitas llenas de pelos negros y duros. La pija estaba dura, muy dura a esa altura. Tomé aire, me llené los pulmones de aire e hice el esfuerzo. Puse el glande en mi garganta y lentamente fui haciendo presión hasta que entró todo así. Sentí que se quedó quietito. Saqué toda la pija de mi boca, estaba llena de saliva y fue entonces cuando me agarró la cabeza y comenzó a hacer movimientos pélvicos. Volví a tomar aire y me introduje de nuevo el pene en mi garganta. El empezó a moverse para sentir cómo entra y sale. Así estuvo un buen rato mientras con su mano me acariciaba la cola.

Imaginé que sentir toda esa pija en el culo me iba a hacer ver las estrellas, pero asumí el riesgo. Le pedí por favor que me penetrara, pero que me dejara sentarme arriba.

Le puse un profiláctico y me saqué el pantalón y el slip. Quedé con la camisa, la corbata y el chaleco. Me puse en cuclillas. Me llené el upite de saliva y me senté. Primero sentí la cabeza que intentaba entrar mientras con mis manos le acariciaba los huevitos y le tenía la base de la pija. Empecé muy despacio. Primero me puse la cabeza de la pija y fui introduciéndomela milímetro a milímetro. Cuando iba por la mitad, me arrodille, con todo ese cuerpo de macho grande entre mis piernas, y lo abracé. Me dio un beso de lengua que me dejó sin aliento y cuando me tenía así hizo presión y entró la otra mitad, así de una. Tuve un espasmo porque me dolió un poco, pero enseguida comencé a disfrutarlo. Me quedé quietito y él subía y bajaba. En un momento paró. Me puse otra vez en cuclillas mientras me sostenía en su pecho y comencé a cabalgar, me entraba y salía. Sentía el ruido de mi cola cuando chocaba contra la base de su pija. Estuve un buen rato, me sentía realmente muy bien porque en un momento me tocó la próstata y le dije que se quedara quieto, empecé a tener un orgasmo de aquellos, le apretaba la pija con mi cola y tenía espasmos. En ese momento, me tomó hacia él me apretó muy fuerte y comenzó a entrar y salir con fuerza hasta que acabó.
Le dije: "qué posibilidades hay de que te quedes a vivir ahí". Se rió, le hice unas caricias en su carita de pendejo y le pregunté si le había gustado. Me dijo que sí. Me dio un besito y se terminó.

No sabés las ganas que tengo de repetir.

Pehuenche


(Este relato participó en el Primer Concurso de Relatos Eróticos Gay - Agosto/Septiembre de 2009)

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