Iván, un hermano como Dios manda, VI



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Iván, un hermano como Dios manda, VI

Era sábado, por lo que me quedé en la cama hasta tarde. Me sentía confuso con respecto a mis sentimientos, pero estaba razonablemente contento. Pocas veces había superado una ruptura como en esta ocasión. Ya no pensaba en Leo con pesar. Miento. Realmente ya no pensaba en Leo para nada. Es cierto aquello de que un clavo saca otro clavo. El único problema es que el nuevo clavo era mi hermano, y estaba casado, y esperaba un hijo, y no conseguía quitármelo de la cabeza. Confiaba en que no sería más que una etapa. Pero en el fondo sabía que me estaba enamorando de él, como se había enamorado él de mí dos años atrás. Era algo que yo siempre había descartado que pudiera pasar. Pero estaba pasando.

Estaba planeando pasar el día viendo series en mi cama cuando llamaron a la puerta. Me puse un pantalón de pijama y fui a abrir, convencido de que era el nuevo vecino (sudamericano, aunque no conseguía ubicar exactamente de qué país por el acento) que venía a invitarme otra vez a ir con él a la nueva iglesia que habían montado en un local del barrio. No sabía si decirle de una vez que como buen maricón me esperaba el infierno o invitarle yo a mi cama, (porque el tío estaba buenísimo), pero al abrir la puerta me encontré con Iván.

- Hola - dije, contento de volver a verlo tan pronto.

Iván entró y me besó como jamás lo había hecho Leo y se me aflojaron las piernas de gusto.

-¿Estabas en la cama? - dijo, despreocupado, y se encaminó a mi habitación quitándose la camiseta.

Lo seguí.

- Pensaba quedarme en la cama todo el día.
- No puedes. Tamara quiere que vayamos a comer los tres a algún sitio y que luego le enseñemos la ciudad - se había sentado en mi cama y se estaba desatando los zapatos. Yo me quité el pantalón de pijama.
- ¿Nos espera ahora mismo? - quise saber.
- No, no. Es pronto. Le he dicho que tenías cosas que hacer y que yo te ayudaría. Tenemos un par de horas. - Se quitó los pantalones y la ropa interior.

Yo me tumbé, ya desnudo, boca abajo en mi cama y mi hermano se tumbó sobre mí, acomodando su falo, aun morcillón, entre las cachas de mi culo. Era una sensación fantástica sentirme cubierto por su cuerpo desnudo y notar como su polla se iba endureciendo en mi trasero.

- Ayer lo pasé genial - dijo.
- Yo también - contesté.
- Creo que pervertimos a tu exnovio.
- Y yo no creo que vaya a olvidarlo en su vida.

Mientras hablábamos, Iván se movía sobre mí, acariciándome con toda la piel y en especial con su imponente nabo, que me colmaba, a lo largo, toda la raja del culo de carne caliente.

- Lo que no me esperaba es que fuera tan insaciable.
- Supongo que también fue la situación. Tú estás como un queso y Leo nunca había hecho un trío.

Pero mi hermano tenía razón; una vez bien metidos en faena nos había costado un huevo saciar las apetencias de mi exnovio. Nos habíamos turnado varias veces, dándole uno polla para que mamara a placer mientras el otro le rompía el culo y Leo parecía no tener nunca suficiente.

- ¿Cómo te sientes con respecto a eso? - me pregunto Iván, tras ponerme un buen montón de saliva en la raja del culo para resbalar mejor.
- ¿Con qué?
- Con que nos folláramos ayer a Leo.
- Bien. No hay problema con eso.
- ¿Fue incómodo que me fuera yo primero?
- No, no lo fue. Tenías que irte, no te preocupes.
- ¿Te dijo algo?

Levanté un poco el trasero y tardé en contestar porque las sensaciones que me provocaba su cipote mojado recorriéndome no me permitían ordenar las ideas.

- Dijo que quería volver conmigo.
- ¿En serio?
- Que me quería y que solo me había dejado porque le tiraba tanto la idea del sexo con desconocidos que iba a ser incapaz de serme fiel. - Hice una pausa porque las caricias húmedas de su vergajo por mi orto y sus besos en mi cuello me estaban matando. - Pero que ahora que habíamos demostrado que podíamos estar juntos con otras personas no había razón para no seguir con lo nuestro.
- ¿Qué contestaste a eso?
- Que no me interesaba.
- Bien por ti - Iván volvió a poner saliva e hizo presión con el glande en mi dispuestísimo ano. La cabeza entró sin problema y yo mordí la almohada, encantado.

Iván se quedó muy quieto. Conocía mis preferencias al dedillo. Sabía que si me daba un par de minutos para hacerme al descomunal tamaño de su miembro, yo iba a disfrutar de la follada veinte veces más. No tener que pedir (o explicar) ese tipo de cosas a tu pareja sexual era estupendo. Leo nunca había comprendido ni respetado ese impás.

Aproveché el receso para terminar de explicarle lo de Leo. Luego ya no podría hablar.

- Le dije que yo no quería un novio para follar con otros tíos. Que mi novio debía ser para mí, que debía quererme y desearme y tener bastante conmigo y que él no era esa persona y aunque quisiera intentarlo, yo ya no quería que lo fuera ni lo permitiría. Le dije que era mi forma de pensar, desde siempre, hasta el punto de haber renunciado a ti hace dos años para estar solo con él. Después de ver cómo se lo pasó ayer tarde comiéndote la polla y la tralla que le diste por el culo, creo que comprende lo que me perdí renunciando a ti.
- Eso es muy halagador.
- Hemos quedado como amigos. Le dije que si a ti te apetecía volver a verlo antes de te fueras ya le llamaría. Se mostró muy dispuesto a repetir lo de ayer.
- Pues si repetimos que se haga un buen pajote en su casa antes de venir. No quiero pegar otro polvo de tres horas.

Me reí. En realidad, Iván no estaba exagerando nada. Leo se había corrido tres veces en la sesión de la tarde anterior y cuando Iván tuvo que irse para el hotel, (después de correrse dos veces seguidas, más la del aeropuerto, horas antes), aún quería que le descargásemos sendas lechadas en la lengua.

- Te aseguro que conmigo no era tan cansino -dije.
- Te quiero, Alex - me dijo Iván de improviso al oído.

Y empezó a moverse suavemente dentro de mí, clavándome su miembro de la manera más exquisita y haciéndome el hombre más feliz sobre la Tierra.


Continuará…




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