Iván, un hermano como Dios manda, III
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Iván, un hermano como Dios manda, III
Subimos casi corriendo el primer tramo de escaleras, el que iba del garage al portal, y llamamos al ascensor. Mientras lo esperábamos, Iván me dedicó una mirada llena de deseo, que completó cogiéndome la mano libre y poniéndola sobre su bulto, que empezaba a endurecerse.
El ascensor llegó y entramos corriendo. Durante los siguientes nueve pisos nos besamos con una calentura propia de adolescentes. Mis manos acariciaron sus músculos, mi cuerpo chocó contra el suyo, mi paquete golpeó el suyo, el ascensor daba sacudidas, nuestras bocas intercambiaban saliva. Cuando salimos del ascensor yo ya le había quitado la camisa y me llevaba su pecho a los labios, completamente incapaz de ponerme a buscar las llaves.
Al cabo de unos segundos, Iván informó:
- Te has dejado las bolsas en el ascensor.
- Que les jodan, a las bolsas.
Mis manos ya le bajaban la cremallera, mi cuerpo se arrodillaba...
- ¿Me la vas a chupar aquí?
Quise contestar a eso con actos pero Iván me obligó a levantarme, recogió su camisa del suelo y volvió a llamar al ascensor para recuperar la compra, que ya pululaba por otros pisos.
- Antes no te importaba que te la mamara en sitios peores que en el rellano.
- He madurado.
- Qué pena.
Recuperada la compra entramos en mi piso. Iván trató de continuar entonces con lo que había interrumpido pero no lo dejé.
- Vamos, Alex. ¿Ya te has enfadado? No era el lugar.
- ¿Por qué no era el lugar?
- ¿Para qué chupármela en el rellano teniendo toda la casa? Cualquier vecino nos habría cortado el rollo.
- Por eso has decidido cortarnos el rollo tú.
- Pero, ¿de qué va ésto? ¿Quieres que nos peleemos? ¿Para eso me llamaste?
Entré en la cocina, negándome a seguir hablando, y me puse a colocar la compra en los armarios y en la nevera, más cabreado que una mona.
- ¿Qué te pasa, nen? - dijo Iván, en un tono más sosegado. - Sólo he retrasado un minuto algo que los dos deseábamos hacer.
- ¿Por qué? -espeté.
- Ya te lo he dicho. Para que no nos interrumpieran.
- ¿Seguro?
- ¿Qué es lo que te molesta tanto?
- ¿Qué quieres decir?
- Es obvio que estás cabreado por algo más que lo que ha pasado ahí fuera.
Mientras colocaba una bolsa de doritos en su sitio (sí, claro, como si yo tuviera en mi casa un sitio específico para cada cosa) pensé qué era lo que me tenía tan molesto. La respuesta no era clara. Finalmente, me encaré con mi hermano y dije:
- Me molesta que pongas trabas cuando tomo la iniciativa...
- No ha sido mi intención.
- Sobretodo cuando lo primero que te he visto hacer después de dos años es dejar que un tío te comiera la polla en los baños del aeropuerto, con tu mujer embarazada en la puerta.
- Vaya. Creí que te había gustado eso. La parte de la mamada, no la de la mujer embarazada.
- Pero lo que más me jode no es que te portes así con ella, porque en realidad no la conozco, no sé si se lo merece y ni siquiera sé en qué basáis vuestra relación. Lo que me jode es que le des a mamar tu rabo al primero que se te cruza en el camino, sabiendo que yo te había ido a buscar al aeropuerto, y cuando por fin, y como segundo plato, puedo disfrutar de ti, me sales con que el lugar no es el adecuado.
- Sigo pensando que el rellano no es el mejor sitio, Alex. Tú vives aquí. Tus vecinos hace dos años que no me ven. Pero a ti te ven todos los días. Tú, hasta donde sé, has tenido una sola pareja formal en los últimos tiempos. No creo que se la mamaras a Leo en el rellano. Más bien, creo que habréis sido dos chicos buenos y educados. Cuando yo me vaya tú seguirás viviendo aquí. No quería que tuvieras problemas por mi culpa.
- ¿Te has hecho abogado en estos dos años?
- Y si le sumas que yo me he corrido en el aeropuerto, quizá comprendas que tampoco tenía tanta urgencia como tú. Podía esperar a estar dentro de tu casa para hacerlo bien, cosa que sigo deseando y que te mereces. Y en cuanto a lo de Tamara... Cuando la dejé, la cinta de las maletas aún no se había puesto en marcha. Pensé que tenía más tiempo. Tampoco esperaba que tú entraras precisamente en ese baño y me pillaras en plena acción, haciendo algo que como tú sabes mejor que nadie llevo haciendo toda mi vida. Además, precisamente estaba tan caliente por tu culpa. Porque iba a volver a verte. En realidad acabé ahí por ti, le llené la boca de leche ese tío en honor a ti.
- Ya, ya.
- Además, no te imaginas lo que ha podido llegar a gustarme correrme mientras tú me besabas, después de tanto tiempo...
Iván se había ido acercando mientras decía todo eso, y acabó:
- Sabes que tengo razón, pero además añadiré un lo siento. Lo siento, Alex. Lo siento.
- Eso han sido dos.
- ¿Un abrazo?
Me dejé estrechar entre sus fuertes brazos y me derretí. Cualquier enfado se desvaneció como por ensalmo. Era fantástico volver a estar en brazos de Iván. Era como volver al hogar.
Continuará...
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