Iván, un hermano como Dios manda, VII
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Iván, un hermano como Dios manda, VII
Sábado por la noche. Tamara se había ido al hotel a descansar. Estaba de seis meses y medio y había sido un día largo.
- Si tuviéramos una hermana, Tamara no se quedaría tanto tiempo sola en el hotel - dije, sintiéndome culpable.
- No puedo alquilar una hermana.
- ¿Y alguna amiga?
- No te preocupes por todo lo que pasa en el mundo, Alex. Ella está bien.
- ¿Y si la llevas a ver a mama?
- No voy a hacerle pisar esa casa.
Estábamos caminando por el muelle hacia las casitas abandonadas de los pescadores y el viejo faro. Eran las 11 y pico de la noche. Me parecía maravilloso que Iván me hubiera propuesto un paseo en vez de salir por ahí. Estar con él a solas era lo único que me apetecía en aquel momento.
- Lo que pasa es que tienes remordimientos. Te conozco como si te hubiera parido.
- Curiosa manera de decirlo.
- Pero aunque tú y yo no tuviéramos esta relación sexual-mística-afectiva-fraternal-loquesea seguiría siendo sábado por la noche, Tamara seguiría en el hotel y yo estaría con mi hermano pequeño saliendo de marcha porque he venido a verlo a él, después de dos años de incomunicación.
- Somos un par de gilipollas.
- Cierto.
- Pero de no haber tenido esta relación fraterno-sexual-loquesea no nos hubiéramos peleado, yo no te habría echado de casa y tú no hubieras conocido a Tamara.
- Pero si no hubiéramos llevado esta vida loca, loca, loca, seguramente hubiéramos sido los típicos hermanos que se llevan a matar, jamás hubiéramos compartido piso y no hubieras podido echarme de él.
- También es verdad.
- ¿Quedamos en tablas?
- Hecho.
Entonces se produjo un silencio y luego la típica escena de las series para adolescentes. Yo fui a decir algo importante, él lo hizo también, y empezamos a pasarnos la pelota uno al otro, tú primero, no, primero tú, hasta que Iván aceptó hablar primero él. Sabía como terminaban esas escenas. Él me contaría algo que cambiaría profundamente mi percepción sobre lo que yo estaba a punto de decir, algo que me impediría demostrar mis sentimientos para evitar sufrimientos a él, a mí mismo o a un tercero en discordia, y cuando llegara mi turno de hablar y él me preguntara qué quería decir yo, yo contestaría: Nada. No era importante. Y los guionistas tendrían vía libre para estirar la tensión sexual por espacio de quince capítulos más.
A pesar de ello escuché atentamente lo que Iván tenía que decirme.
- Te debo una disculpa por lo que sucedió hace dos años. Sé que ahora estamos bien y que tú ya sabes lo mucho que lo siento sin que tenga que decirlo, pero te lo debo. Cuando conociste a Leo y empezaste a hablarme del nuevo chico que había entrado a trabajar en la empresa enseguida supe que la única relación real que había mantenido en mi vida se iría a pique. Me asusté e inventé cien excusas para mantenerte alejado de él. Durante esos días se me hacía muy doloroso estar sin ti, sabía que teníamos los días contados y quería aprovechar cada momento. Pero muy dentro de mí sabía que tenías razón, que no podía funcionar, que somos hermanos y que tú te merecías conocer un amor más real. Pero confiaba en tener algo más de tiempo para hacerme a la idea.
- No tuviste ese tiempo.
- No lo tuve. De la noche a la mañana cortaste cualquier vínculo. Se acabó el sexo, se acabaron las conversaciones. Se acabó el sentarnos a ver la tele e incluso el cenar juntos. Todo mi mundo se fue a la mierda en un segundo. Y yo sabía que estabas en tu derecho, que debías ser feliz, que no debía detenerte ni interponerme entre vosotros, pero estaba destrozado. Cuando lo traías a casa no podía respirar. Me metía en mi habitación, me tapaba la cabeza con la almohada y lloraba durante horas. Te odiaba y me odiaba por odiarte y por quererte tanto como para no ser ni persona. Me preguntaba cómo había permitido que te metieras tan dentro de mí como para preferir estar muerto a estar sin ti. Recuerdo aquellos días como una pesadilla que nunca iba a terminar. Así que empecé a joderte la vida conscientemente, no porque sintiera realmente las cosas horribles que llegué a decirte, sino porque era la única manera de que me apartaras de ti, ya que yo no podía hacerlo porque te necesitaba cerca para seguir vivo. Y el plan funcionó terriblemente bien, y conseguí que me odiaras y al mismo tiempo me liberaras del infierno en que se había convertido mi vida. Pasé los siguientes cuatro meses buscando razones para seguir viviendo. Y no encontré ninguna. Y un día me encontré mirando a la carretera desde la terraza de tu edificio. Y fue en ese momento decisivo, a un paso de mandarlo todo a tomar por culo, cuando comprendí que estaba trastornado, que no eras tú el que debías cambiar y darme lo que yo necesitaba para querer seguir viviendo, sino que debía ser yo quien debía deshacerse de sus ideas enfermizas con respecto a ti. Y eso me he dedicado a hacer desde entonces. Puedes imaginar la cantidad de promesas que hice para lograrlo y que no cumplí. No volver a verte nunca más, no volver a enamorarme, no volver a acostarme con un hombre... Pero el tiempo pasa y las heridas sanan, y me he hecho fuerte y he ordenado mi cabeza y dominado el corazón. Y aunque soy demasiado débil para ser fiel a nadie, no lo soy para que algo como lo que nos pasó vuelva a ocurrir. Te confieso que estaba aterrado de volver a verte, pero desde que vine hemos estado casi todo el tiempo juntos y no he vuelto a sentir la locura de aquellos días. Te prometo por mi vida que todo aquello jamás volverá a repetirse. Siento mucho el daño que te hice. Bueno, Alex... ¿Qué te ha parecido el discursito?
Yo estaba demasiado conmocionado para dar mi opinión. Caminamos en silencio los últimos metros que nos separaban del faro y nos sentamos en un banco de piedra.
- Bueno, di algo - me pidió Iván.
- No tenía ni idea de que habías pensado en el suicidio. Me has dejado helado.
- Vamos, no es para tanto. Además, todo eso es agua pasada. Tú vuelves a ser lo que nunca debiste dejar de ser para mí: mi hermano. Es cierto que tenemos una dinámica sexual un tanto peculiar, pero eso siempre ha sido así. Ahora puedo decir que sé quien soy. Que me he encontrado a mí mismo.
- Me alegro mucho por ti, Iván.
- Bueno. Y tú ¿qué querías decirme?
Lo miré a los ojos por una eternidad y finalmente dije:
- Nada. No era nada importante.
Continuará...
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