La Vie en Rose




Título: La Vie en Rose
Autor: José

Invitado a Río de Janeiro y con dieciocho años me preparé un mes antes.
Enero fue testigo de largas horas al sol y de la deliberada negativa a cortarme el pelo, conseguí el aspecto deseado cuando el espejo aprobó el efecto que mi piel y mis rulos buscaban provocar.
Inquieto me embarcaría en el puerto, en una nave francesa que se llamaba “Bretagne” .Debía viajar con un matrimonio agradable, que no deseaba cuidar a un adolescente ruidoso y movedizo .Mi libertad de acción estaba asegurada.
Al subir al barco me asignaron una cabina con dos camas.
- ¿Todo para mi? -.Pregunté.
El camarero que chapurreaba el español me contestó:
-No, esta noche en Montevideo, sube otro pasajero-
Ese día me dediqué a hacer un estudio de situación, en el puente de mi camarote había una hermosa pileta de natación, rápidamente saqué mi colorida colección de zungas, nunca usé las detestables bermudas, que solo ocultan el cuerpo y son incómodas.
Me coloque una roja, me miré al espejo estaba bien bronceado, resultado de largas horas al sol en el jardín de mi casa Me gustó el resultado y salí.
Para mi desilusión en la pileta solo había matrimonios de cuarenta para arriba, pálidos, untándose crema para el sol, nada más deprimente, nadie de mi edad.
Debo confesar que mi objetivo era tener una aventura a toda costa, hasta ese momento solo había tenido dos relaciones en el colegio, y si bien sexualmente no nos privamos de nada, muchas cosas las hacíamos según pensábamos que mandaba la técnica, pero lo que yo gozaba en extremo eran los besos y las pajas compartidas .Estaba decidido a llegar mas allá.
Ese día en el barco me aburrí soberanamente.
Al atardecer llegamos a Montevideo, quizás el pasajero que subía era mi oportunidad,
volví a la cabina, me recosté en slip sobre mi cama y esperé. Cuando se abrió la puerta entró un señor mayor de cuarenta, muy peinado, muy planchado, con mucho gel y con un perfume denso y dulzón.
Pensé- ¡no tengo suerte!-. No me quitaba los ojos de encima, y a la hora de cenar compartió nuestra mesa; cancheramente se dirigía hacia mí como pibe y cada vez que podía me tocaba.
Al regresar a la cabina para dormir fue la primera vez que tuve vergüenza de estar desnudo, me fui al baño, me puse el pijama, volví a la cama y me tapé hasta la cabeza.
Al día siguiente el camarero apiadado de mí me recomendó:
-En el puente de tercera clase han instalado una pileta de lona, hay muchos chicos-.
Salté y bajé por las escaleras, esta vez con una zunga blanca .Llegué a tercera y me encontré con bastante gente de mi edad muchos europeos que volvían a sus casas luego de haber viajado por Latinoamérica, en su mayoría mochileros, todos en pareja .Suspiré,- este viaje me esta matando-, pero bueno, era mejor que los señores blancos y aceitosos, podría jugar a la pelota.
Efectivamente los días siguientes los pasé en la cubierta de tercera y muy divertido.
La noche previa a llegar a Río se organizó una fiesta con espíritu de carnaval, se suponía que había que estar elegante así que me esmeré. Mientras nos vestíamos el uruguayo me dirigía frases de doble sentido, yo sonreía cortésmente, pero tanta plancha, tanto acicalamiento tanto gel y tanto perfume no ayudaban a cambiar la situación.
La fiesta fue un desastre, aburrida, linda música y un ambiente pendeviejo, en donde el único pendejo era yo.
Pasada medianoche decidí ir a visitar a los amigos que tenía en tercera, cuando llegué los busqué pero el capitán los había invitado, habían subido por otra escalera y no nos habíamos encontrado .A pesar de la música que llegaba a mis oídos nada me parecía excitante.




Antes de regresar decidí pasear por la cubierta, una hermosa luna daba una gran espectacularidad al barco y al mar, me sentía Leo Di Caprio en el Titanic, me apoyé en una baranda.
De repente un haz de luz artificial me alumbró, alguien a mis espaldas había abierto una puerta, unos pasos sonaron y escuché una voz que decía:
-¿Aimes tu la lune?-.
Me dí vuelta, alto, rubio, en musculosa, brazos y pecho hermosos de trabajar y no de gimnasio, pantalones blancos ajustados a piernas marcadas y una sonrisa sobradora .Un marinero francés al que había mirado y descartado por imposible me miraba fijamente. Yo empecé a temblar, con un hilo de voz contesté:
-Oui-.
Se acercó se reclinó sobre la baranda y agregó:
-J´me appele Pierre et vous?-.



Sentía frío y calor, la garganta se me cerró, conseguí murmurar:
-José-.
Me tomé de la baranda y miré al mar, al segundo la mano de Pierre calentaba la mía, al otro segundo ya estaba dentro de la suya.
Mano con mano me miró. En ese momento la música que llegaba de la fiesta cambió:

Quand il me prend dans ses bras
il me parle tout bas,
je vois la vie en rose.
Il me dit des mots d'amour,
des mots de tous les jours,
et ca me fait quelque chose.
Il est entre dans mon coeur
une part de bonheur
dont je connais la cause.
C'est toi pour moi. moi pour toi
dans la vie,
il me l'a dit, l'a jure pour la vie.
Et des que je l'apercois
alors je sens en moi
mon coeur qui bat



Pierre, con una hermosa sonrisa me dijo:
-Edith Piaf, pour nous-.
Su brazo derecho rodeó mi cintura, con el izquierdo tomó mi mano y la apretó junto a la suya, contra su pecho, empezamos a bailar, me tranquilicé, su dureza se apoyo en mi abdomen. Su mano pasó de mi cintura a mi cabeza, sus dedos se metieron entre mis rulos nos miramos y nos besamos .Lentamente y al ritmo de la Piaf nos fuimos acercando hacia la puerta abierta, daba a su camarote.
Una cucheta desordenada.
Una luz blanca e impersonal, fue prontamente eliminada por Pierre, descubriendo una ventana en lo alto de la puerta que abría paso a la hermosa iluminación lunar, que alumbró nuestros silenciosos besos .Solo atinaba a responder a la pasión con que acariciaba mi cara y mi pelo. Lentamente me desabotonó la camisa mientras besaba mi pecho, se arrodilló, me abrió el cinturón, bajo el cierre de mis pantalones, me sacó los zapatos y de pronto me sentí elevado por el aire alzado por sus potentes brazos, con mi cabeza reclinada en su hombro se acercó a la cama en donde me acostó, mis brazos alrededor de su cuello no le permitían separarse, comenzó a besarlos, destrabó el nudo de mis manos y se incorporó.
Mientras lo observaba se desnudó, percibía la mirada inquisitiva de sus ojos marrones y sin la menor vergüenza exhibí mi desnudez.
Estiré mis manos y acaricié sus ondulados cabellos mientras su cuerpo buscaba lugar al lado del mío, lo entregué renunciando a su posesión, pero me hice dueño del suyo. Se arrodilló en la cama y me descubrió en toda su magnitud su esplendida verga que acercó a mi boca y recibí desesperadamente. Con una mano sostenía mi cabeza para que chupara, con la otra me acariciaba, lo mire, sonreía, tomó mi pija y comenzó a pajearla y con un gemido largo eyaculé.
Lleno de vergüenza aplasté mi cabeza sobre su pecho pero las caricias continuaron, separó mi cara comenzó a besarla mientras me empujaba hasta dejarme acostado .Su lengua imprevisible lamia mi cuerpo, mi sudor y mi semen .Yo a mi vez acariciaba una piel lampiña y dura, llegue a sus axilas; peludas y mojadas se abrieron a mis caricias, mientras musitaba palabras inentendibles en francés, pero claras en su sentido.
Nuevamente y a través de la puerta los ecos de la fiesta llegaron:

Si tú no existieras
¿dime porque existiría yo?,
para arrastrarme en un mundo sin ti
desesperado y sin reproches.
Y si tú no existieras,
intentaría inventar el amor.
Como un pintor que ve
bajo sus dedos nacer el color del día.
Otros que han dormido en mis brazos
yo no los amaría jamás



Pierre se recostó detrás de mí, mientras me abrazaba sus piernas enlazaron las mías en tanto que yo acurruqué mi cuerpo en el hueco del suyo .Mi cuello asediado por sus besos temblaba, en mis nalgas sentía el roce de su pija, mientras el cerco a mi alrededor se hacia mas estrecho.
Cada presión de sus labios se trasmitía hacia mi pene que volvía a endurecerse, dejé de temblar y dándome vuelta mordí su boca en tanto que sus dedos acariciaban mi culo .Me colocó boca abajo y en una maniobra imperceptible mojó su verga con saliva besándome la espalda, abrió mis nalgas, acarició mi agujero e introdujo primero dedos y luego su trozo que se deslizo firmemente dentro mío .Ambos exhalamos un grito, él de placer, yo de alegría, sentía con tal intensidad que anhelaba lo infinito , lo interminable, el polvo eterno entre su ardiente pija sus robustos brazos y sus fuertes piernas .Cuando finalmente eyaculamos no tuve porque avergonzarme sentí que mi culo se ensanchaba mientras su pija descargaba su leche y sus dientes mordían mi piel.
Lo que sucedió esa noche colmó y superó mis expectativas fue como hacer un veloz curso de pasión. Lo hicimos varias veces, la experiencia de Pierre era milenaria, intercambiábamos saliva y semen sin el menor obstáculo, pero lo mas extraordinario fue la respuesta de lo que yo consideraba mi torpe cuerpo, una agilidad sumada a una sensación de que todo se abría para recibirlo me llevó en un momento a derramar lagrimas, él con sus besos y su lengua me las enjugaba. Lo besé con ternura con exasperación y furor, quería más y él reía y me lo daba.
Al amanecer la sirena del barco sonó, llegábamos a Río de Janeiro, la luz del sol comenzó a entrar, abrazados nos acariciábamos, miré a su cara me asusté tenía moretones, me extendí a su cuerpo, lo mismo, mis exigentes besos habían dejado su marca, Jean reía ¿y yo como estaría? Salvo el cuello y las piernas podía pasar desapercibido .La sirena volvió a sonar, Jean empezó a hablar yo no comprendía nada, se desesperó, yo también.
Me puse la ropa y fui a buscar a mi amigo el camarero para que traduzca. Jean quería saber cuando volvería, un detalle que en mi entusiasmo no había reparado .Tenia mi vuelta en un mes en un buque llamado "Provence".El amable camarero tartamudeó, Pierre palideció y yo no entendía nada.
Entre los dos me explicaron que el barco en donde estábamos el “Bretagne” pasaría por Río el 15 de Marzo.
Con total impunidad aseguré que esperaría a esa fecha.
Pierre me abrazó fuertemente. ,
El camarero mudo testigo de la escena me advirtió que tenía que volver y yo con él.
La última imagen de Pierre fue en la puerta de su camarote, una triste mueca curvaba sus labios.
Cuando bajé al puerto miré al barco, Pierre, una figura, me saludaba, respondí .Mis ojos se dirigieron al salón de la fiesta.



No me dejes
Hay que olvidar
Todo se puede olvidar
Lo que ya se fue
Olvidar el tiempo
De los malos entendidos
Y el tiempo perdido
Para aclararlos
Olvidar esas horas
Que mataban a veces
A golpes de porqués
al corazón de la felicidad.
No me dejes,
Yo te ofreceré
perlas de lluvia
venidas de países
donde no llueve.
Yo escarbaré la tierra
Hasta después de mi muerte
Para cubrir tu cuerpo
De oro y de luz
Yo haré un reino
Donde el amor será rey
Donde el amor será ley
Donde tu serás rey.
No me dejes,
Yo te inventaré
Palabras locas
Que tu comprenderás
Yo te hablaré
De esos amantes
Que han visto por dos veces
Arder sus corazones.
Yo te contaré
La historia de un rey
Que murió por no haber
Podido encontrarte.
No me dejes,
Se ha visto a menudo
Resurgir el fuego
Del antiguo volcán
Que se creía demasiado viejo.
Existen tierras quemadas
Que dan más trigo
que un mejor abril
Y cuando viene la noche
para que un cielo arda
El rojo y el negro
¿Acaso no se unen?
No me dejes,
No voy a llorar
No voy a hablar
Yo me ocultaré
Para mirarte
bailar y sonreír
Y escucharte
cantar y después reír
Déjame volverme
La sombra de tu sombra
La sombra de tu mano
No me dejes





José






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