Iván, un hermano como Dios manda, II



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Iván, un hermano como Dios manda, II

De camino a casa escuché el desconcertante relato de cómo mi hermano se había convertido de la noche a la mañana en amante esposo de una rubia y futuro padre de una criatura. Algo en la actitud de ambos y ciertas partes ambiguas de la historia me hicieron sospechar que Iván no era el padre del hijo que ella esperaba, lo cual me cuadraba más con las apetencias sexuales que le conocía. De todas formas tendría que esperar a estar a solas con él para escuchar la historia no oficial de cómo se había dejado meter en semejante berenjenal.

Pese a que encontrarme con una cuñada que no sabía que existiera me estropeaba mis planes de disponer del cuerpo de mi hermano para todo lo que se me ocurriera, traté de llevarme bien con ella, lo cual no fue difícil porque Tamara era un verdadero amor y yo cuando quiero soy encantador.

Cuando ya llegábamos a mi casa, después de un viaje en coche largo pero ameno, Tamara me pidió que la llevara al Nixon, un hotel de cinco estrellas.

- No quiero molestar. Nunca me quedo en casa de nadie cuando viajo.

Yo no traté de convencerla de que se quedara en mi casa, aparte de por lo obvio, porque habiendo descubierto que la muchacha era de buena familia me daba vergüenza que viera dónde vivía yo, por lo menos hasta que hiciera algo de limpieza.
Así que la llevamos al hotel, y ella nos pidió que pasáramos el resto del día juntos, Iván y yo, que ella necesitaba descansar.

De camino a mi piso acribillé a Iván a preguntas.

- ¿Ella sabe de tu propensión a hacer mariconadas como la del aeropuerto?
- Pues claro que no. Es mi esposa.
- Entonces no sabe que tú y yo hacemos lo que hacemos cuando nos vemos.
- ¿Acaso le hablaste de eso a tu novio?
- No. Claro.
- Pues esto es lo mismo.

Iba a decirle que yo por lo menos había dejado de hacerlo durante el tiempo que estuve con Leo pero opté por no tocarle los cojones (con la intención de no cabrearlo y que me dejara tocárselos luego en un sentido más literal).

- Entonces... ¿De quién es el niño?
- ¿Cómo que de quién es el niño?
- No jodas que es tuyo.
- ¿De quién coño quieres que sea, Alex?
- Pensé que teníais algún tipo de acuerdo.
- Tenemos un acuerdo. Se llama matrimonio. Vamos a tener un hijo del cual soy el padre por el método tradicional y atrasado de pegar un polvo con mi esposa y tú vas a ser tío y tendrás que regalarle ropita durante un tiempo y más adelante bicicletas, ordenadores y todo aquello que yo y su madre no estemos dispuestos a comprarle por miedo a malcriarlo.
- Joder.
- ¿Te supone un problema?
- No, qué va. Es que me pillas con el pie cambiado, macho - dije.

Decidí no abrir más la boca por un buen rato. Por una parte no me parecía bien que Iván siguiera con su estilo de vida promiscuo a espaldas de su mujer ahora que se suponía que debía sentar la cabeza, con un bebé en camino y todo eso, pero yo no podía ser tan hipócrita dado que estaba deseando contribuir a su promiscuidad llenándome la boca hasta las trancas con su pedazo de polla.

Enseguida estuvimos en casa. Metí el coche en el garage comunitario. Iván comentó que yo ahora conducía mucho mejor. No contesté, pero es que sólo hacía dos años que tenía el carné. En la época de la gran pelea me lo acababa de sacar. Era lógico que él me recordara inseguro al volante.

Salimos del coche. Yo fui a la parte trasera para coger unas bolsas (me había parado en el hipermercado de camino al aeropuerto) y cuando las estaba cogiendo sentí su cuerpo en mi espalda, el tan familiar cuerpo de Iván. Me abrazó desde atrás, pegando su paquete a mi trasero, su pecho a mi espalda y descansando su barbilla en mi cuello.

- Antes te mentí - me dijo al oído, poniéndome los pelos de punta del placer de tenerlo tan cerca. - Yo también te he echado de menos.



Continuará...



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