La pared invisible



La pared invisible

Autor: YoNoLoDiGo

Blog: http://deseos-gay.blogspot.com



- ¿Entonces duermo con Iván y Cristián con Jose?

Iván es el hermano mayor de mi amigo Cristián. Tiene la misma edad que mi hermano Jose, lo que viene a ser un año mayor que yo. Cristián era de mi edad, amigos inseparables desde que se mudaron a nuestro edificio, dos plantas más arriba. Se mudaron un par de meses después de mi cumpleaños, por Enero más o menos. Era el primer año que venían al campo para celebrar mi cumpleaños.

- ¿Es que no lo habéis escuchado ya? Venga, a la cama. – Dijo su madre

Era la primera vez que sus padres venían al campo y se quedaban a pasar la noche. Habían venido más veces, pero hasta ese día nunca dormían en el campo. Entre unos y otros, éramos 14 personas, contando tíos y primos. Como hay tres habitaciones para los “niños”, por fuerza nos teníamos que repartir. Los cuatro primos en la habitación más grande, con dos literas. Nosotros cuatro, separados por parejas, en las habitaciones más pequeñas, con cama de matrimonio. Yo, hasta aquel día, dormía con Cristián. Me encantaba. Deseaba hacerle tantas cosas, pero nunca me atrevía.

Me gustaba imaginar que, una noche, nos atreviéramos a jugar con nuestros cuerpos, con nuestras dudas sobre el sexo. Explorar, tocar, probar nuevos sabores… sin tabúes y sin reparos. Sentir el roce de su cuerpo, el tacto de otra piel. Lo deseaba, y alguna noche se haría realidad. Hasta ese día, jamás paso nada entre nosotros. Jamás le conté lo que deseaba, lo que imaginaba. Tal vez ésta era la noche, pero ya no lo sabría. Por algún motivo, había cambiado el reparto. Me tocaba dormir con Iván. Esta noche no le vería desnudarse, no lo tendría tumbado a mi lado. No podría extender la mano y rozar su piel con mis dedos, imperceptible para sus sentidos dormidos pero abrumadores para mis sentidos ampliados, ampliados por el placer de su tacto. Me pasaba horas mirándole en la oscuridad. Su rostro era una sombra ante mí, pero podía ver cada detalle de sus ojos, de su sonrisa. Su imagen siempre estaba clara en mis pensamientos. Durante las horas que le observaba, imaginaba como abría sus ojos y me miraba. Mis ojos negros se volvieron espejos ante la luz de los suyos. Dos gotas de cielo azul sobre la oscuridad de la noche. Se aproximaba a mí, besándome muy suavemente, con una mezcla de pasión y amor. El dulzor de sus labios se mezcla con la acidez de mis lágrimas. Unas lágrimas llenas de amor prohibido, llenas de felicidad por ser parte en su vida. Pero esta noche no. Esta noche no.

- Vamos nano, pero no te mees en la cama o cobras – Se echó a reír.

Iván era todo un gracioso. Yo ya tenía edad para manchar las sábanas con otra cosa y él lo sabía, pero que más daba, no era lo que yo esperaba. Esa noche se convirtió en mi enemigo, alejándome de mis sueños, alejándome de la tranquilidad de las dos gotas de cielo en medio de la oscuridad Esta noche, no podría intentar realizar un sueño. Esta noche, sería como cualquier otra noche. O eso pensaba.

Era una noche fría de Noviembre. Habría cuatro o cinco grados de temperatura. Me quité la ropa a toda prisa y me metí en la cama, solo con el slip y una camiseta interior. La cama estaba fría, muy fría. Iván empezaba a quitarse la ropa. Yo estaba mirando, observando todo lo que hacía. No pareció darse cuenta de ello. Primero se quitó los deportivos. Después se quitó la sudadera y la camiseta. Tenía un cuerpo fibroso, pero sin muchos músculos. Estaba en forma, pero no como los macizos que corren por ahí. Pero sí de los que me gustan, de los que sueño poder tocar algún día. Se sentó en la sillón que hay al pié de la cama, mirando sin mirar hacia donde yo estaba. Se quitaba los pantalones. Yo estaba atónito. Me parecía que lo hacía con demasiada pasión, sabiendo que es observado por alguien que lo desea, por alguien que lo contempla. Pero no le veía los ojos. No me miró en ningún momento. Solo se dejó el boxer. Se plantó delante de la cama, mirándome fijamente. No me había dado cuenta que me estaba mirando. Yo miraba otras cosas más interesantes de su cuerpo, imaginando su cuerpo desnudo. Esto me dejó sin palabras, al tiempo que notaba como me ponía rojo de vergüenza. Sonrió y apagó la luz. Cuando me quise dar cuenta, ya se había metido en la cama, junto a mí. La luz estaba apagada, pero entraba bastante luz por la puerta abierta. Me levanté y cerré la puerta tan rápido como pude. No se porqué lo hice, pero lo hice.

Quedamos en la total oscuridad. Volví palpando con mis manos, buscando la cama. Sabía llegar perfectamente, pero era un acto reflejo. Noté como unas manos me cogían por las muñecas, dirigiendo mis manos hacia la cama. Me soltaron tan suavemente como me habían cogido. La cama ya no estaba tan fría. Había subido la temperatura, o al menos me lo parecía. Me tapé y me puse de lado, mirando la invisible pared en la oscuridad. Notaba su aliento cálido cerca de mi nuca. Lo sentía como un soplo de calor, un calor que encendía mi cuerpo por momentos. Moví las piernas hacia atrás lentamente, disimulando. Quería conocer la distancia de mi enemigo, de la persona que suspiraba detrás de mí. Estaba cerca, muy cerca. Me estaba empezando a poner nervioso, me estaba empezando a excitar, me estaba empezando a volver loco. Mil fantasías se cruzaban por mi mente, mil fantasías que desaparecieron cuando noté como sus manos se apoyaron en mi espalda. Las tenía calientes, más de lo normal. Estaban calientes por el tacto con otra parte de su cuerpo, estaba seguro. No sabía que hacer. Me quedé inmóvil, a la espera de su próximo movimiento. No tardó.

Noté su aliento más próximo, más cercano. Su mano me cogía por el hombro, y se había acercado más de lo que yo soñaba. Noté algo sobre mi slip, en la parte de mis nalgas. Algo se había apoyado, algo se movía, algo palpitaba. Antes de que pudiera articular palabra, escuché un susurro, un susurro junto a mi oído que me decía - No te preocupes, lo sé y lo sabes. Nadie más tiene que saberlo. Sé que lo queremos los dos. Solo si quieres, solo si no quieres. Es tu sueño o es mi fantasía. Tú eliges - El susurro se desvaneció. Me quedé sin reacción. Estaba inmóvil, inmóvil por mis pensamientos. Dando vueltas y más vueltas sin saber que hacer, sin saber como hacerlo. Mis pensamientos pararon de súbito. Sus manos no estaban en mi espalda, se habían marchado por el frío de mi pasión. Notaba el vacío en mi espalda. Su aliento ya no daba calor a mi cuerpo, me estaba enfriando. Se había alejado de mí. Estaba en la otra parte del mundo, en el otro lado de la cama. No podía terminar así. Fuera su sueño o mi fantasía, daba igual. Hoy no terminaría en mi sueño, hoy no terminaría en su fantasía. Hoy sería realidad. Dejé de mirar la pared invisible y me di la vuelta, dispuesto a encontrarle al otro lado.




Extendí la mano recorriendo la cama, buscando el cuerpo de mi delirio. Notaba el calor de su cuerpo aún entre las sábanas. Mis manos llegaron a su cuerpo. Mis dedos se posaron sobre su espalda. Noté un movimiento imperceptible, me estaba esperando. Deslicé la mano por su espalda, desde la nuca hasta la zona donde la espalda pierde su nombre. Repetí este movimiento un par de veces, soñando con lo que iba a pasar a continuación. Nada cambió. No reaccionó. Estaba inmóvil. Que he hecho. Repetí la acción otras tres veces, pero todo seguía sin tener respuesta. Mi mano se detuvo en la zona más baja de la espalda, y mis dedos se desplazaron hacia el lado, buscando su cintura. Llegué a ella, y el mundo seguía detenido. El tiempo no pasaba. Nada cambiaba. Retiré mi mano y volví a replegarme en mi cuerpo. Me di la vuelta y ahí estaba, la pared invisible seguía delante de mí. Pero ahora, veía la sombra de una fantasía, la sombra de un sueño. Pero la realidad volvió para atormentarme, para excitarme, para devorarme. Sus manos estaban de nuevo en mi espalda. Sentí ganas de llorar, de girarme y abrazarlo. Pero no pude. La pasión me había dejado inmóvil, a punto de estallar sin haber llorado con su pasión. Empezó a acariciarme la espalda, en todas las direcciones, sin orden alguno. Esto me hacía sentir escalofríos, escalofríos de placer por el suave tacto de su piel sobre mi camiseta, sobre mi cuerpo. Se acercó, notaba de nuevo su aliento en mi nuca, pero ahora me quemaba el calor. Estábamos casi juntos, a un par de centímetros el uno del otro. Sus brazos estaban ahora entre nosotros, tocando los dos cuerpos. Las palmas abiertas tocando mi cuerpo, por debajo de mi camiseta. Su tacto era dulcemente intenso. Tenía que quitármela y así lo hicimos. Me ayudó en cuanto notó que me movía. Me leía cada pensamiento, cada deseo. Ahora, sus manos eran libres para vagar por mi espalda, por mi cuerpo. Volví a notar algo apoyado en el slip, algo que palpitaba más rápido que la primera vez. Empezó a hacer movimientos con su pelvis, deslizándose por mis nalgas. Se detuvo. Notaba la punta de algo sobre mi cuerpo, haciendo fuerza para entrar. Sabía lo que era. Sus manos estaban más cerca, más próximas a mi slip. Esperaba algo. Deslicé mi mano hacia atrás, buscando algo que sabía, algo que deseaba. Noté un calor intenso sobre las yemas de mis dedos, era su miembro. Lo cogí con las manos, lo abracé con mis dedos. Palpitaba, estaba vivo, quería vivir. Disfrutar una vez más de los placeres de la vida. Deslicé mi mano hacia atrás, buscando el final, su principio. Todavía llevaba el boxer puesto. Moví lentamente mi mano sobre el objeto de mi fantasía, con suaves movimientos de precisión. El susurro volvió a hacerse escuchar, gritando en el silencio - No tenemos que hacer nada que no queramos. Podemos hacerlo todo sin hacer nada, No necesitamos pasar los límites de nuestra inocencia, los límites de nuestra virginidad - Y el susurro se volvió a desvanecer en el silencio. Yo seguía teniendo parte de su cuerpo en mi mano. Volvió a leerme el pensamiento, cogiendo mi mano y devolviéndola a mi pecho, rodeándome con su brazo. Sentía su piel contra mi piel, sentía como sus dedos se movían rítmicamente sobre mi pecho. Su otro yo se coló entre mis piernas, siempre por fuera del slip. Sentía como se movía entre mis piernas, rozando mi slip en las zonas más intimas, en la zona más caliente. Yo creía que iba a explotar. Me sentía totalmente extasiado. Estaba lleno de placer y tenía que soltarlo, dejarlo ir. Sus movimientos se hicieron más rápidos. Mi otro yo asomaba por encima de mi slip, no cabía dentro de ellos. Quería tomar aire del calor producido en el infierno de mis piernas, por el prisionero que intentaba escapar de entre ellas. Su aliento se volvió entrecortado, suspirando sin ser oído. Noté fuego en mis piernas. Su volcán había explotado, haciendo explotar mi pasión en el mismo instante. Me quedé inmóvil, suspirando. Le costaba respirar. Me costaba respirar. Estábamos ahogados de placer. Su tacto seguía siendo mío, seguía estando en mi cuerpo. Su brazo rodeándome, su mano tocándome. Nos quedamos abrazados, uniendo el calor de nuestros cuerpos. No recuerdo el tiempo que estuvimos así, pero al final la soledad del sueño llegó a mi consciente, arrastrándolo a su mundo.

Cuando desperté, estaba solo. Muy solo. Sentía su presencia en la habitación, en mi cuerpo, pero estaba solo. Estaba más solo que nunca. Jamás volvimos a dormir juntos, jamás volvimos a hablar de ello. Todo empezó y terminó en mi cumpleaños, como único testigo, la pared invisible. Es un recuerdo, y a veces lo confundo con una fantasía. Pero es un recuerdo. El recuerdo de mi despertar.



YoNoLoDiGo

¡Visita el blog del autor!








(Este relato participó en el Primer Concurso de Relatos Eróticos Gay - Agosto/Septiembre de 2009)


Ir a la lista de Relatos