Cuando ya no te esperaba, VII




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Cuando ya no te esperaba, VII


Pensaba que iba a enfadarse, pero Sergio sonrió.

- ¿Me has seguido hasta la playa? ¿Y qué has visto?
- Todo.
- ¿Qué es todo?
- Tu numerito apoyado en el árbol, los que se te corrieron en la cara, el que te comió el culo…
- ¿Qué te pareció la doble penetración?
- Eso no lo he visto.
- Ah, entonces te has perdido lo mejor. ¿Dónde estabas?
- Por encima de tu cabeza.
- ¿Lo has grabado?

Aquí me cabreé.

- ¿Que si lo he grabado? ¡Pero qué estás diciendo! ¿Tú te oyes?
- Ahora podríamos verlo juntos.
- ¿Qué te ha pasado, Sergio? ¿En qué te has convertido?
- ¡Eh, tú! ¡Para el carro! Soy el de siempre. Lo que pasa es que tú no me conoces demasiado.
- A lo mejor soy la persona que mejor te conoce del mundo.
- Te equivocas.
- ¿Qué quieres decir?

Suspiró.

- A ver cómo te planteo esto sin que te sientas ofendido.

Lo curioso es que mientras hablábamos seguía magreándose la polla y los huevos y mantenía una terrible erección.

- No te cabrees, ¿vale?
- Lo intentaré –dije, sabiendo que me iba a cabrear pero demasiado intrigado para decir otra cosa.
- Supongo que será mejor remontarnos al principio. ¿Recuerdas la noche que nos conocimos?
- ¿Que si la recuerdo? No es algo que vaya a olvidar en la vida. Además, hace poco escribí un relato sobre esa noche. Lo colgué en una página de relatos eróticos.
- Qué halagador.
- No puse tu verdadero nombre.
- ¿Por qué?
- ¿Cómo que por qué? Entre otras cosas porque estás casado.
- Pero aquella noche no pasó nada, ¿verdad? –y aquí sonrió de forma extraña.
- Bueno, es que también he escrito unas secuelas. Y no en todas sales bien parado.
- Ah… Bueno, ya me las dejarás leer. A lo que iba. La noche que nos conocimos en el Pappy Dog bajé contigo al cuarto oscuro. Tú te emperraste en que a mí debería excitarme que allí abajo hubiera hombres a los que les hacían unas mamadas cojonudas. Yo te dije que a mí sólo me ponían las tías, y que el sexo entre hombres no me atraía en absoluto.

Asentí, sin saber a dónde quería ir a parar.




- Después intercambiamos teléfonos y nos fuimos a casa.
- Fue una de las mejores noches que he vivido. Creo que me enamoré de ti en el mismo momento en que te vi.

Hizo un gesto con la mano como si mi comentario sobrara y siguió hablando.

- Cuando llegué a casa y me acosté estuve repasando mentalmente lo que me habías contado sobre el sexo entre tíos y lo que había vislumbrado en el cuarto oscuro y… me puse como una moto. Me hice una paja brutal y cuando me corrí me di cuenta de que, para no excitarme con los tíos, me había hecho una de las pajas más calientes de mi vida.
- Jamás me contaste eso.

Volvió a hacer ese gesto para que me callara y me dieron ganas de partirle la cara.

- Seguía completamente empalmado y no podía dejar de pensar en ello, así que me vestí y volví a salir.
- ¿Estamos hablando todavía de la misma noche?
- Exacto. La noche que nos conocimos.
- ¿Volviste a salir? ¿Por el ambiente? –los engranajes de mi cerebro empezaron a chirriar.
- Volví al Pappy Dog. Yo solo. Pero cuando llegué eran más de las seis y ya habían cerrado, así que me fui a buscar un After. Y me metí en el Punto G D Gay.

Recordaba aquel sitio. Era un bar de osos con un punto sadomaso. Ya no existe.

- En cuanto entré por la puerta todos los tíos sentados a la barra se me quedaron mirando. Me sentí muy, pero que muy deseado y automáticamente me empalmé. Y entonces me quedé bloqueado. No supe si acercarme a la barra a pedir, o ir al baño, o buscar el cuarto oscuro. Cualquier acción me aterrorizaba. Me sentía incapaz de moverme. Me imaginé intentando ligar con alguno de aquellos hombres y me entró el pánico. Yo sólo quería que me la chuparan. Necesitaba que uno de aquellos tíos me la comiera, pero no sabía qué debía hacer para que aquello ocurriera. Me temblaba todo el cuerpo. Estaba asustado pero tremendamente caliente. No te lo vas a creer, pero de pronto mis manos ya no eran mías. Me bajé la bragueta allí mismo, a la entrada del bar. Era como si lo estuviera viendo en la pantalla de un televisor, como si no fuera yo el que hacía aquello. Me saqué el rabo y me quedé mirándomelo. No me atrevía a mirar hacia la barra. No quería pensar, porque si pensaba, a lo mejor llegaba a la conclusión de que las exhibiciones públicas, aunque fueran en un bar de ambiente, no estaban permitidas y me iban a echar del bar e iba a pasar la mayor vergüenza de mi vida. Pero de pronto unos pantalones entraron en mi campo visual y una mano se cerró en torno a mi polla, y mis manos cogieron a aquel tipo fornido por los hombros y lo empujaron hacia abajo, y él se dejó empujar hacia abajo, y se metió mi verga en la boca mientras todos los hombres del bar nos miraban. Cerré los ojos y me limité a disfrutar, tanto de aquella mamada, como de la situación que había provocado casi sin querer. Y no te puedes hacer una idea de cómo la mamaba aquel tío. Se asfixiaba con mi polla, se la clavaba tan dentro que temí que fuera a hacerse daño. Le caían regueros de saliva, me empapó entero. En fin, ya sabes, una de esas mamadas espasmódicas que te dejan flojo. Me la comió durante unos veinte minutos. Le avisé cuando noté que iba a correrme y se afanó más. Me corrí y se tragó toda mi lefa sin rechistar. Luego, como si no hubiera pasado nada, fui a la barra y pedí un cubata. Estuve hablando el resto de la noche con el camarero, que no paró de decirme que yo estaba buenísimo, que no se creía que aquella fuera mi primera vez con un tío y que nadie tenía el morro para hacer lo que yo había hecho. Cuando cerró el alter el camarero me ofreció ir a su casa y me fui con él. Me presentó a su hombre, que estaba durmiendo, y me hizo acostarme entre los dos. Dormí con ellos y me desperté con dos bocas expertas lamiéndome por todas partes, desde los pezones hasta los dedos de los pies, pasando por el agujero del culo y los cojones –al decir aquello se sopesó los huevos. – Después de aquello comprenderás mi necesidad de descubrir más cosas. Fui al Pappy Dog y al bar de mi nuevo amigo casi todas las noches e hice de todo con todos. Resulté ser un semental insaciable, algo que sigo siendo a día de hoy.
- ¿Te lo estás inventado todo? ¿Pretendes calentarme?
- Te juro que ocurrió tal cual lo cuento.
- No me casa contigo. Si eso es cierto, me has estado engañando durante todos estos años.
- Ahí es dónde quería llegar. Tú eras un nuevo amigo, yo estaba empezando a descubrir nuevas facetas de mi sexualidad. Al principio decidí que siguieras pensando lo que te dije sobre mí aquella primera noche. Luego conocí a Marta y empecé a salir con ella y ya no me pareció prudente hablarte de mis líos. Y para colmo te enamoraste de mí, y yo no podía acostarme contigo porque sabía que te haría daño, porque yo no me enamoré de ti, sino de Marta. Además, empecé a ser más cuidadoso con los sitios en los que follaba para no encontrarme contigo porque sabía que te sentaría fatal que follase con otros tíos pudiendo follar contigo, que me querías.
- Qué hijo de puta. No te entiendo.
- ¿Qué es lo que no entiendes? Yo te lo explico.
- Me he insinuado de todas las formas posibles durante años y tú te has hecho el hetero estrecho siendo un putón verbenero. Me llamabas casi llorando y me decías que ibas a dejar a Marta porque no te hacía una puta mamada, por su fobia al semen, que estabas harto porque no te habían comido la polla en la vida y que no era opción ponerle los cuernos, y en realidad te habían hecho más mamadas que a mí y a Marcos juntos.
- Estaba interpretando un papel. Para ti, yo era así. Así que cuando estaba contigo, yo era así. Eso no es mentir.
- Tú estás loco.
- Todos mentimos, Luís. Todos tenemos un montón de facetas. Todos somos distintos según con quien nos encontremos.
- Yo no.




- Tú te viniste al parque conmigo dejando a Marcos dormido en casa.
- Pero no estamos hablando de eso. Hablamos de que yo creía que eras mi amigo, y confiaba en ti, y tú me mentías sistemáticamente durante años.
- Te has cabreado.
- ¡Joder! ¡Cómo no me voy a cabrear! ¡Cada momento que recuerdo contigo es una mentira!
- No exageres, Luís…
- Cuando te hiciste aquel pajote el día que te puse cachondo tocándote las tetillas, ¿sabes cómo me sentí cuando luego me despachaste de tu casa? Me hiciste sentir sucio y culpable por haberte seducido.
- Compréndelo. Estaba confuso. Me había prometido que jamás pasaría nada contigo, precisamente para que nunca llegara el momento de contarte la verdad sobre mí, pero la situación era muy excitante y no pude soportarlo.
- ¿Y te hiciste el idiota en los baños de la muesca alemana? ¡Ah, pero Luís! ¡No me digas que los tíos vienen al baño a que les coman la polla!
- Admito que fui cruel contigo, pero te repito que tenía que actuar conforme a lo que tú pensabas de mí, como hace todo el mundo.
- No todo el mundo es un cínico asqueroso con trastorno bipolar ni es adicto al sexo.
- Estás muy cabreado.

El cabrón seguía empalmado. Estaba destrozando mis esquemas y rompiendo mi corazón y seguía empalmado. Me sentía tan mal.. tan mal… que no sé como fui capaz de comerme mi orgullo, arrodillarme y meterme sin cruzar una palabra más su enorme vergajo en la boca.


Continuará…

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