El Guía de Montevideo


Título: El Guía de Montevideo
Autor: alone

Hola a todos, desde estas frías tierras australes les mando un saludo caliente.

El lunes pasado, con mi amigo b, nos embarcamos en el buquebus para atravesar el Río de la Plata hasta Montevideo, ya que quise hacer conocer, a mi amigo, esa ciudad, a pesar de tener poco tiempo (sólo dos días).

Llegamos al hotel, nos instalamos y salimos a recorrer la ciudad buscando un poco de acción, ya que entre nosotros ya eso no se da, nos tenemos archireconocidos.

No pasó nada especial, miramos a muchos chicos atrayentes, pero los uruguayos comenzaban a guardarse temprano debido a la ola de frío polar que azota a nuestras tierras del cono sur americano, así que.... a dormir.

La mañana nos levantó temprano, con frío, cogimos un taxi y nos fuimos al centro... no teníamos idea por donde comenzar... así que a la plaza de la catedral...que en nuestras ciudades de influencia española es siempre el centro. Más perdidos andábamos, y en eso vimos llegar un autobús cargado de turistas con su guía, a quien le preguntamos cómo podíamos hacer para contactar un city tour. El chico nos dijo que tenía sitios en el bus y que luego hablaríamos del pago, eran sólo tres o cuatro dólares!!!!!

Subimos y comenzamos a dar vueltas por la ciudad, fotos van, fotos vienen. A mí me gustó súbitamente el guía, era un hombre de unos 35 años, alto y bien tenido, muy simpático y varonil.

Algo había de especial en ese chico que me calentó, iba vestido con un pantalón ajustadito que ponía en evidencia su paquete y un culo bien proporcionado, marcado por el slip. Como solía pasar hacia atrás por el medio del pasillo, me arrimaba hacia fuera para poder rozarle su anatomía. Más de una vez hice como si nada fuera, hasta que noté que el muchacho pasaba más cerquita mío.... yo a full.

Bueno, así transcurrieron las dos horas de viaje, hasta que en una de las últimas paradas frente a una playa, me preguntó de donde venía y si me había gustado...yo le dije ¿que cosa me gustó de qué?... mmmm bueno, de la ciudad, dijo.

¡Ah sí, mucho! pero hay otras cosas que me gustan más, le repliqué... Se puso un tanto colorinche y me tiró: ¿Qué cosas?... Los uruguayos, le dije... Bueno, ahí alguien se acercó y se cortó el diálogo.

Al finalizar el viaje nos fuimos al mercado de la ciudad donde hay buenos lugares de comida. En uno de ellos entramos casi todos los que veníamos en el autobús, y también entró Jorge (que así se llama el nene).

Coincidimos frente a frente y comenzamos a conversar sobre variadas cosas, le pregunté cuántos tures le quedaban, me dijo que uno, y ahi me atreví a preguntarle si hacía visitas guiadas a una o dos personas, me dijo que no era habitual, pero que sí lo hacía. Entre tanto, mi amigo b no entendía nada, me miraba extrañado y me decía en buen castellano ¡qué morro tienes!, algo así como ¡descarado! jajajaj.

Bueno, le dije al guía que queríamos ver Montevideo de noche y las zonas aledañas, Jorge aceptó y quedó en conseguir un taxi en el que trasladarnos, pasaría a mi hotel a las 7 pm.

Mi amigo desistió, porque quería visitar a unos amigos de la ciudad y luego nos reuniríamos para comer juntos.

Jorge llegó puntualmente a las siete y nos fuimos a recorrer la ciudad, en el fondo, fue el mismo giro de la mañana pero ahora con cierto aire romántico... para mí que no soy muy romántico... pero íbamos sentados los dos atrás, algo incómodos por esa manía que tienen los taxis uruguayos de poner una separación con el conductor, para evitar robos y muertes, que bien venga en USA con autos grandes, pero aquí.... ¡bueno!

Nuestras piernas rozaban constantemente y él no ponía ninguna resistencia, también a veces nuestras manos se estrellaban con el cuerpo del otro, en algún gesto algo (in)voluntario, así transcurrieron un par de horas. Me deslumbraba lo delicado de su acento (ya saben que en el río de la plata, nuestro acento no es nada suave) y su interés por aclararme las preguntas.

Aunque yo en realidad iba más interesado en otros argumentos.

Me contó que era casado y tenía dos hijos, que su trabajo como guía era casi una diversión ya que se ocupaba de otras cosas que no le gustaban mucho.

Así llegó la hora de devolverme al hotel. Poco antes de llegar le dije que si podía invitarlo a cenar, me dijo que llamaría a su casa antes, lo hizo y dijo que sí... me encanta eso de tener que pedir permiso a las esposas ..... cuántas veces me lo he tenido que bancar. O a cuantas esposas soportar para poder usar a sus maridos después.... esas son otras historias. La mina le dio permiso.

Como había quedado con mi amigo de reunirnos lo llamé y me dijo que prefería dejarme solo y se quedaría con sus conocidos, ¡¡¡¡así que a la carga!!!!!

Estuvimos en un lindo restorán en la orilla de la playa, comiendo muy bien y charlando mucho, le conté de mi interés por los hombres y él dijo que era algo que siempre le había llamado la atención pero le costaba hacer caso porque le provocaba mucho miedo. Que estaba totalmente enamorado de su mujer pero que pensaba en hombres cuando le hacía el amor a ella, y que nunca había tenido una experiencia gay.

Más me prendí...

El discurso se fue dando hasta que le dije si quería viniera a mi hotel a quedarse conmigo... se puso muy nervioso y al final aceptó.

Cerca de la medianoche llegamos al hotel (previamente había mensajeado a mi amigo para que no apareciera temprano).

Al llegar, mi Jorgito se puso muy nervioso, medio perseguido, pero todo se calmó al varcar la puerta de la habitación, me acerqué a el y le planté un besazo. Ciertamente no era de los mejores besadores, pero me supo como un bocado de dulce de leche... Estuvimos pegados largo rato acariciando -yo más que él-, sentía su cuerpo temblando de miedo y curiosidad.

Yo, que soy un ávido del sexo, me cuesta respetar los tiempos ajenos e inmediatamente comencé a hurgar donde me apetecía... Pasaba mi pierna por entre las suyas hasta sentir crecer su pene de una manera extraordinaria, esa es siempre una buena señal; una clara respuesta que no deja lugar a dudas.

Comencé a acariciar su pecho, viril y duro, con una vellosidad muy vistosa en esa carne blanca, su atisbo de panza y luego bajaba mis caricias hasta su bulto, que ya desbordaba de esos pantalones ajustados que llevaba puestos.

Lo empujé suavemente hasta la cama y comencé a besar su cuello, me encargaba que por favor no fuera a dejarle huellas.

¡ No me mordás ! que mi mina se puede enterar... repetía jadeante.

Le levanté la camisa y la remera y comencé a besar y lamer su pecho, duro y fuerte, con un dejo de sudor que venía muy bien, rasgos del trabajo de todo un día de ir y venir, hasta que le empapé los pelos del pecho con mi saliva. Le quité la camisa y la camiseta, también los pantalones.

Me envolvió ese agridulce olor característico del cuerpo de un hombre, que a mí me provoca muchísimo morbo -sobretodo en estos tiempos de maniáticos por los perfumes- , quedándose solo en slip, unos calzoncillos algo raídos pero que estrechos se ajustaban dulcemente a su cuerpo, con el pene desbordando de él y una clara mancha de presemen, signo del grado de excitación que el muchacho había alcanzado.

Lo besé entero, a lo que poco a poco fue respondiendo con unos besos cada vez mas cálidos y fogosos, ya su lengua venía en busca de la mía y era él mismo a pedirme que lo besara con cierta dureza, que le mordiera las tetas, que me lo recomiera...

Sus pies y sus piernas tampoco escaparon a este arsenal de besos y lamidas que yo tenía, hasta que poco a poco me acercaba a su pene, aun bajo el slip, y él contorsionándose bajo el fragor de una batalla que siempre quiso librar y que, hasta ahora, no se había atrevido...

Me acercaba a su pene, lo mordisqueaba o refregaba mi nariz sobre él, pero al instante lo dejaba, y el pibe se quedaba con una gustito inacabado.... se notaba que estaba probando sensaciones nuevas.

Le quité poco a poco el calzoncillo y ese penetrante olor a cuerpo viril me envolvió y me hizo calentar mucho más.

Comencé a besar su ingle, sus bolas, a tocar suavemente su hoyo, sintiendo como le producía descargas eléctricas mis manos aproximándose a ese territorio virgen.

Su pene no era de gran tamaño pero sí de grosor evidente, circuncidado y más morocho que el resto de su cuerpo, la peluria que cubría su virilidad era muy abundante, también su orto estaba muy peludo.

Mi lengua se volvió loca lamiendo y chupando esa verga magnífica, que a cada rato expulsaba un ácido presemen, pero esa tensión crecía cuando junto con lamerle la pija yo le introducía mi dedo en su ano... para luego levantarle las piernas y comenzar un lindo beso negro...

Así estuvimos largo rato, hasta que le pedí que se pusiera de cuclillas para poder escarbar mejor su ojete con mi lengua y mis manos, hasta producir descargas de electricidad que lo hacían gemir de placer.

Luego le pregunté si quería mamar mi pija, me dijo que bueno, y entre lamidas y mordiscos y sus dientes que me provocaban algo de problemas, hizo la primera mamada de su vida, degustando mi verga como si fuera un manjar.... estábamos tan empalmados que casi casi acabábamos en cualquier momento

Me despegué un momento de él para buscar unos condones y le puse uno con mi boca, y como el muchacho seguía duro como piedra me senté sobre su abdomen para encajarme esa pija, y que comenzara a excavarme sin piedad, fuerte y violento como a mí me gusta.

Comenzó a follarme de manera extraordinaria, el grosor de su pene no impidió que entrase hasta el fondo y rápidamente, debe ser porque han sido muchos quienes han ido haciendo camino en mi culo, que ya se encajan solas las vergas... Comencé a moverme sobre él, a acariciar su velludo pecho y a tocar cada parte de su cuerpo con fuerza, evitando apretones que pudieran haberle delatado luego frente a su mujer.

Después me puse con mis piernas sobre sus hombros y sentí como esa cabeza grande me penetraba de una manera increíble y como chocaba contra las paredes de mi ano.... hasta provocarle espasmos que lo hicieron derramarse dentro mío y caer aflojado sobre mi pecho fundiéndonos en un abrazo lindo y un apasionado beso.

Todo ese desenfreno después de un día de trabajo agitado, produjo un cansancio muy tierno que nos hizo estar amarrados un largo rato.

Le pregunté si quería que le penetrara, me dijo que sí lo quería pero le daba algo de temor, que se lo hiciera con suavidad.

Y así también me tocó a mí el turno de estar dentro suyo, por primera vez, dentro del culo de un macho, pero ese será motivo de mi siguiente relato.

No podía dejar de compartir esta alegría que me trajo Montevideo, aún tengo su olor pegado a mí, y eso no suele pasarme más que con algunas personas con las que tengo sexo y con las que realmente me involucro.... no sé cuando volveré a Montevideo pero lo cierto es que volveré a hacer ese tour, aunque lo tenga todo re conocido.

Besitos con sal del río de la plata.


alone