Zapato derecho




Título: Zapato derecho
Autor: José


Esa tarde de Junio tenía una reunión importante para mi trabajo. Frío en Buenos Aires. Como excepción me puse pantalones algo nuevos, camisa, sweater y mis olvidados zapatos de cuero negro. Salí con tiempo y decidí caminar, abriboca como soy no vi una baldosa floja y terminé en el suelo. Cuando me incorporé, media suela de mi zapato derecho se había despegado. Con fastidio me puse a pensar qué hacer, comprarme otro par parecía la solución mas rápida. Me resistí, no tenía sentido ya que los abandonaría por mucho tiempo. Miré el barrio y recordé que había zapateros. Pregunté y me indicaron. Al llegar un amable y discreto señor mayor me propuso coserlos, yo quería pegarlos; la hora me apremiaba. Me dijo que en cuarenta y cinco minutos lo tendría listo. Acepté y se lo di. El local era muy chico y yo estaba en patas (o en una), decidí salir a caminar. El buen zapatero entendió mis razones y me prestó una zapatilla, algo ridículo pero no grave empecé a caminar por la vereda. A dos locales me detuve frente a un comercio que decía “Ropa de Bebés”. Estaba por ser tío y era sensible al tema. El local, pequeño como la zapatería, permitía ver a través de la vidriera una silueta que se movía entre los estantes, giró la cabeza, miró al descuido, lentamente y siguiendo el ritmo del descuido se acercó a la puerta.


-¿Te puedo ayudar? -Preguntó.


Alto, flaco, rostro irregular por una nariz que no desentonaba pero que daba firmeza a su cara, pelo negro muy corto, barba crecida y ojos negros y tristes. Jeans colgados de sus caderas, una camisa blanca y un sweater gris completaban un todo muy agradable y viril.


-Estaba mirando, voy a ser tío- respondí, captado por sus ojos tristes y esbozando una sonrisa.

-Entonces pasá – Mientras se hacía a un lado, una hilera de dientes perfectos se ofrecieron

levemente.

-Gracias, pero en realidad tengo poco tiempo -aclaré mientras observaba el pelo negro ensortijado que aparecía en el hueco de la camisa. Mi zapato negro izquierdo y la transitoria zapatilla blanca me arrastraron dentro del local.

-¿Sabés el sexo? – Sosteniendo la mirada.

-Sí, nena- respondí ya en franca seducción.

-Tengo cosas muy lindas –agregó.

¿De veras?-pensé.


Se acercó a un gran canasto de mimbre y comenzó a mostrarme ositos, batitas, saquitos y enteritos que desplegaba con tranquilidad. Miré sus manos y lo que descubría de sus brazos el sweater; un rizado vello negro cubría con desprolijidad lo que tenía a la vista. Imaginé el resto.


-Toca, toca es buena calidad, las nenas son muy coquetas.

- Yo también -mientras pensaba como sería tocarlo íntegro.


Introduje mis manos en el canasto acompañando sus movimientos. Al principio unos leves roces sacudían nuestros ojos y se reflejaban en crecientes sonrisas. En un momento sentí aprisionados mis dedos, en el anular izquierdo percibí una dureza, ¿una alianza?, saqué su mano a la vista mientras miraba un ancho anillo mitad oro mitad plata, lo acerqué y me dí cuenta que en la parte dorada estaba grabada una pequeña manito.


-¿Qué es esto?- pregunté entre curioso y asustado.

-Es mi compromiso con el que tengo al frente- y mientras acariciaba con su pulgar mis dedos, giró el anillo y me mostró un candelabro de siete brazos.

-Y esto es mi compromiso con el pueblo de Israel -completó.

-¿Eres judío?- Agregué.

-Si -respondió, mientras sus ojos tristes me miraban.

-Pero mis amigos judíos son rubios y de ojos azules -dubitativo pregunté.

-Son descendientes de europeos, yo vine de chico desde Israel - Su sonrisa se amplió, mientras su lengua descansaba sobre sus dientes. Me estremecí.

-También estoy circuncidado -aclaró.


Mi mirada se dirigió a su bragueta, pero el jean colgado no daba evidencias de nada. Me imaginé una pija cabezona, gorda y morocha rodeada de negra pelambre. Era la segunda vez que me encontraba con una pija judía. En Argentina lo habitual es la chota “uncut” y con mucha piel; en general idolatramos las pijas circuncidadas, son mas armónicas y dice la leyenda que duran más. Ahora tenía al alcance de mi mano la verdad de la leyenda.


-¿Cómo te llamas?


Le respondí.


- ¿Y tú?

-Uriel -contestó. Claro, pensé rápidamente, “el ángel que lleva la luz”, no esta mal, mientras me sentía iluminado.


Durante la charla nuestra manos no dejaron de tocarse, la mías ya habían metido los dedos en su sweater y acariciaban la espesa selva de pelos que iban del anillo hasta sus brazos.


-José, tengo una habitación atrás. ¿Vamos? -Sin esperar repuesta cerró las puertas del local. Pensé en mi zapato, en mi reunión y lo seguí.


En la semipenumbra alcancé a adivinar una mesa y un amplio sillón al que me encaminé.

Uriel, que parecía haber planificado todo, me enganchó la cintura, tomó mi cuello con su mano y me besó, sus dientes mordieron mis labios y su lengua afanosa se metió en mi boca. Respondí a su beso, con la desesperación de mi lengua y con la entrega de mis labios.

Mis manos comenzaron a bajar lentamente en busca de su destino mientras Uriel desabrochaba su cinturón, bajaba sus pantalones, corría hacia abajo sus calzoncillos y apretaba contra mi cuerpo un excitado promontorio.

Mientras su boca buscaba mi cuello y mis labios mordían sus orejas mi destino judío me esperaba. Llegué, acaricié un hermoso tamaño, me enterneció una suave, redonda y respetable cabeza al tiempo que Uriel comenzaba a jadear y bajar mis pantalones, acarició mi culo, me metió sus dedos y luego con habilidad tomó su pija y la mía sacudiéndolas suavemente.

Levantó sus manos y las puso sobre mis hombros presionando hacia abajo, me deje llevar, metí las manos debajo de su camisa y una tupida mata me recibió, besé, besé pelos, ombligo, más pelos y mientras sacaba la lengua comencé a acariciar la verga judía, suave, tierna y palpitante se introdujo en mi boca que rodeó con fruición la cabezota impaciente.

Tomó mi cabello entre sus dedos y comenzó violentamente a meterse en mi boca, un hilo de saliva chorreaba por mis comisuras. Pija mojada, boca resbalosa eran imposibles de distinguir.

Con rapidez se sacó el sweater y la camisa, me levantó entre sus brazos y yo enterré mi cara en su pecho mientras desprendía mis botones, corría mis cierres y quedaba desnudo.

Un principio de enloquecedora asfixia me mareaba, un olor seco y penetrante dilataba mi nariz y nuevamente boca con boca nos besamos.

Uriel me había llevado contra la mesa, acariciándome; en sus manos aparecieron dos preservativos, con los dientes abrió uno y lo colocó en mi pija, con sus labios comenzó a desenrollarlos mientras yo acariciaba los cortos pelos que tenía entre mis piernas. Luego me pidió que hiciera lo mismo, repitió los movimientos, esta vez sobre su verga, y mi boca cubrió su cabezota con el forro. Nos besamos, mi espalda ya estaba sobre la mesa. Uriel levantó mis piernas, las colgó sobre sus hombros y me penetró con la violencia de su deseo. Recibí tan adorada pija con un grito de dolor y satisfacción y me comenzó a coger, retorcido por la calentura mi culo quería más, más.

Tres golpes secos sonaron en la puerta del local, Uriel se detuvo, me miró, sacó su pija, me besó, subió sus pantalones, se puso el sweater y salió.

Alcancé a oír un murmullo y su voz que decía, gracias, gracias.

En su ausencia miré mi pija, estaba dura pero la sentía exigente, quería mas acción, quería un culo duro y peludo, quería el culo de Uriel.


Entró, se acercó y murmuró:


-Tu zapato.


Me incorporé, se lo saqué de las manos y volví a besarlo, me abrazó y agregó:


-Estás distinto, ¿pasa algo?


No contesté, besé su espalda mientra lo inclinaba sobre la mesa. Rió alegremente.


-Soy tuyo- frase que cualquier argentino entiende como “cogéme ya”.


Besé su culo mientras empuñaba mí endurecido mástil. Uriel liberó sus manos, las llevó a sus nalgas y exponiendo su ojete insistió:


-Soy tuyo.

Se la metí y exhaló un suspiro, sentí que algo tibio y envolvente rodeaba mí verga, comencé a cogerlo con violencia mientras escuchaba su voz entrecortada:


-Dale, dale…así…así.


Mis manos agarraron su pija y comencé a pajearlo. Con mi pecho en su espalda la sensación de violencia y tibieza que sentía entre mis piernas era fantástica


-¿Acabamos juntos? -Fue la frase mágica e inquietante.


Sentí la descarga en su culo, su grito anunció la mojadura de mis manos gimiendo casi llorando Uriel se dio vuelta y me ofreció sus labios, mordí y chupé su boca mientras arañaba su pecho y tiraba de sus pelos.


Quedamos en silencio jadeantes y transpirados, nuestras bocas no se podían separar.


Nos sentamos en el sillón abrazados. El zapato derecho en el suelo me recordaba la reunión, manoteé el reloj. Era tarde, tendría que buscar una excusa.


La boca de Uriel le prestaba una nueva sensación a mis orejas.


Giovanni Falchetti un querido amigo chileno canta "Mi Seducción":


Mis manos ya tomaron posesión de ti
Mis dudas se entregaron cerca de tu amor
Y entras en mi alma
Latiendo un corazón
Y bebes de mi fuente
Sedienta de pasión

Me encuentro ya en medio de esta seducción
Atrás quedaron miedos y todo pudor
Y entras en mi alma
Latiendo un corazón
Y una vez y otra más
Me llenas de tu amor

Una vez más
Quiero tenerte
Y una vez más
Ámame fuerte




José



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