Norton y John, II



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(Este relato es de la casa).


Norton y John, II

John llegó a casa a eso de las ocho, después de un duro día de trabajo (se había follado a los cinco nuevos, uno detrás de otro) otra visita a su psiquiatra (Günter se había hecho de rogar pero al final había accedido a hacerle una mamada mientras John le metía cosas por el culo) y haber ido de compras al centro comercial para equipar a su hijo con todas esas gilipolleces que le hacían comprarse para la escuela y algunas gilipolleces más que le apeteció comprarle (incluso esto había supuesto un gasto de energía porque había dejado a su hijo mirando las consolas y se había ido a comerle la polla a un motorista en los baños), y lo que ahora le apetecía era llegar a casa, quitarse la chaqueta y follarse a Norton sobre la mesa, (Norton había dejado de trabajar como jefe de seguridad del complejo donde estaban las oficinas de John para ser su puta a tiempo completo) y por eso le dio tanta rabia comprobar que el polvazo tendría que esperar, ya que había un desconocido en su salón, apuntándole con un arma.

- Ahora vas a saber lo que es bueno, hijo de puta –le dijo el tipo de la pistola, con los ojos fuera de las órbitas.

John lo miró con cierta apatía y luego se puso a recorrer la casa en busca de Norton, habitación por habitación, mientras el tipo de la pistola se quedaba con un palmo de narices.

John encontró a Norton en el dormitorio. Lo habían atado de pies y manos (las manos a la espalda). Estaba desnudo, tendido boca abajo. Llevaba una mordaza en la boca pero sus ojos mostraron alegría al ver a John.

John comprobó que no lo habían lastimado mientras el tipo de la pistola lo observaba, apuntándole con el arma, desde el umbral de la puerta de la habitación. Norton estaba bien. Pero su culo desnudo pedía a gritos que se lo follaran. John se sacó la polla y la colocó, morcillona, en la raja del trasero de Norton, que aunque seguía atado empujó las caderas hacia él para que le rozara el esfínter con su manubrio. El tipo de la pistola se la puso a John en la sien, mientras éste se llevaba una mano a la boca y se llenaba los dedos de abundante saliva.

- ¿Es que no te importa que te dispare? ¿Te lo vas a follar igual? –gritó el desconocido armado, fuera de sí.
- Supongo que si quisieras matarme ya lo habrías hecho. Si no me quieres matar y no parece que te apetezca follar, supongo que quieres hablar. A lo mejor crees que tienes algo que decirme. Puedo follarme a Norton mientras te escucho.

El desconocido lo observó de perfil, vio como le esparcía la saliva a Norton por el ojete y como empujaba la polla, ya totalmente erguida, hacia las entrañas del hombretón, que se la tragaron sin ofrecer resistencia. Finalmente, bajó la pistola.

- Veo que no has cambiado –dijo el tipo.

Esto llamó por un momento la atención de John.

- ¿Nos conocemos? –preguntó, mientras empujaba con creciente fervor contra el culo de Norton.
- ¿Ni siquiera me reconoces? Soy Freddy, tu primer secretario.
- Estás horrible –dijo John, embistiendo.

Norton empezó a gemir: Mmmmm, mmmmm (tenía la boca todavía amordazada).

- ¿Cuántos años tienes, Freddy?
- Veinticinco.
- Aparentas cuarenta.

Esto hizo que Freddy se enfureciera y le pusiera otra vez la pistola contra la cabeza. John aprovechó para darle una palmada al culamen de Norton y hacer un movimiento circular de caderas que hizo que Norton gimiera más fuerte: MMMMMM, MMMMMM (seguía con la mordaza).

- Si tengo este aspecto es por tu culpa.
- ¿Tú crees? Hace seis años que no nos vemos. No veo como puedo influir en tus hábitos poco saludables. ¡Toma polla!
- Mmmm, mmmm.
- Me convertiste en un adicto al sexo. Me hiciste probar todas aquellas cosas, me llevaste de la mano al infierno de las vergas goteantes, los cuerpos sudorosos y los culos abiertos. Cuando me echaste del trabajo busqué desesperadamente llenar un vacío.
- Así… Tendré que atarte a partir de ahora. Ohhhhh, Dios, qué culo, qué culoooooooo.




- Cada noche me iba a los más sórdidos locales y no volvía a casa hasta que no quedaba nadie a quien hacerle una mamada. Cuando mis padres se dieron cuenta de que las manchas del sofá eran de leche me echaron de casa y tuve que prostituirme una temporada hasta que encontré un viejo millonario que me recompensara por darle por el culo.
- Toma, toma, toma.
- Mmmmm, mmmmm.
- Nunca tenía suficiente. Me han follado hasta ochenta tíos, uno detrás de otro, en un inolvidable fin de semana. Una polla, y otra, y otra. Se me corrían encima y tenía que tragarme toda esa leche, me llenaban la boca con sus cojones y no podía respirar. Era fabuloso…
- ¿Qué quieres, Freddy?
- Quiero que me contrates otra vez. Me despediste muy pronto, nunca he trabajado, no sé trabajar, no encuentro trabajo. Mi millonario se murió y se lo dejó todo al caniche. Y sin dinero me veo obligado a llevar estas pintas de pordiosero y una pistola de chocolate.
- Hagamos una cosa. Hoy me he corrido tantas veces que no me queda ni una bala en la recámara. Si consigues que eyacule, te puedo meter de jefe de seguridad en el complejo donde están mis oficinas, tenemos una bacante.
- Pero no valgo para el puesto.
- Norton tampoco valía. Se ha dejado amordazar por un tipo con una pistola de chocolate.

Zaca, zaca.

- Está bien. –Freddy se deshizo de sus harapos, le abrió a John las cachas del culo y empezó a lengüearle mientras éste no dejaba de encular al pobre Norton, que seguía mmm, mmmmmm, amordazado.

Cuando Freddy consideró que ya estaba bien de comerle el culo le endiñó su pollón (una cosa grande y venosa que rezumaba líquido) de un solo golpe. El trasero de John, acostumbrado a estos menesteres, se la tragó entera al primer empujón. Freddy la mantuvo bien apretada, solo se veían los huevos fuera. No tenía que hacer nada porque los movimientos que hacía John para follarse a Norton le servían a Freddy para encularlo. Sin tener que mover un dedo.

Zaca, zaca, zaca. Mmmm, mmm. Zaca, zaca.

Cuando se cansaron de hacer el trenecito Freddy se puso en pie encima de la cama para que John le comiera el transatlántico. John tragó polla mientras no dejaba de follarse a Norton, zaca, zaca, ni por un segundo.

Mmmmm, mmmmm, hacía Norton.

Freddy le quitó la mordaza poco después para que también Norton probara su acorazado Potemkin.

- Si no me haces correrme a mí no hay trabajo –le recordó John.

Mientras Freddy le llenaba la boca a Norton con su espada laser echó un vistazo a la entrepierna del antiguo jefe de seguridad y calculó.

- Está bien. Voy a hacer que te corras –desató a Norton y le pidió ayuda. Juntos cogieron a John por la fuerza, lo hicieron recostarse sobre la cama con el culo fuera de la misma y le clavaron ambas pollas, el submarino nuclear de Freddy y el barco de vapor de Norton, a la vez y sin previo aviso. Tuvieron que darle mucho por culo, cosa de veintinueve minutos, antes de que John soltara una esmirriada corrida en el colchón.
- El puesto es tuyo.
- Te has corrido sin tocarte. Quiero un aumento.
- Vale.

Entonces le dieron la vuelta a John y se hicieron sendos pajotes encima de su nariz, corriéndose Norton y Freddy casi a la vez y llenando toda la cara de John de leche espesa y caliente.

Ya en la ducha, John le confesó a Freddy:

- Sabía que la pistola era de chocolate. Hoy he ido al centro comercial y le he comprado una igual a mi hijo.

A lo que Freddy contestó, saltándose la cuarta pared:

- ¿Qué fue primero, la foto o el relato?










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