Mi amante inesperado


El siguiente relato es de la casa.


Mi amante inesperado

Nos vemos en la calle. Lo reconozco. Me lo encontré una vez en la playa. Se metió entre las dunas y lo seguí y meó delante de mí. Y cuando acabó de mear empezó a sacudírsela hasta que se le puso dura. Pero apareció aquella familia y nos fuimos cada uno por nuestro lado. Pero es él. Y también me ha reconocido. Cruzo la calle. No deja de mirarme. Estoy cerca. Echa a caminar. Lo sigo.

Andamos unas cuantas manzanas. No sé hacia donde se dirige. Quizá vayamos a su casa. Me excita la anticipación. Estoy muy excitado.
Entra en un bar. Paso por delante y veo que está sacando tabaco. Espero. Se guarda el paquete y sale a la calle. Se roza conmigo, me pide perdón. Sigue su camino. Sigo sus pasos.

Dos manzanas más. Se mete en un centro comercial. Lo sigo de cerca.
Subimos por las escaleras mecánicas. Tres pisos. Pienso que va a ir hacia los baños pero en lugar de eso se dirige hacia la sección de jardinería, que está desierta. Caminamos entre los estantes, entre macetas y fertilizantes. Detiene sus pasos. Me mira.

- Hola –dice.
- Hola –respondo.
- Tú eres el de la playa.

Asiento con la mirada. Entonces, sin mediar más palabras, nos besamos. Exploramos nuestras bocas, probamos nuestro sabor, entrelazamos las lenguas y nuestras manos exploran los músculos del otro. Es muy excitante hacerlo aquí mismo, aquí en medio, en los pasillos de jardinería del centro comercial. Nuestras bocas siguen fundidas. Noto su miembro contra el mío. Pego mi cuerpo más al suyo. Entonces, inesperadamente, resbala por mi cuerpo hasta quedar de rodillas y me desabrocha el botón de los pantalones. No me puedo creer que quiera hacerme esto aquí mismo, pero no hago nada por evitarlo. Me baja la cremallera. No llevo nada debajo y mi polla le da la bienvenida. Una de sus manos coge mis cojones y su boca prueba el sabor de mi verga enhiesta.

Empieza a mamar y yo echo la cabeza hacia atrás. Sus labios viajan arriba y abajo, mi polla aparece y desaparece, su mano acaricia mis cojones. Su boca es de una suavidad extrema, su saliva lubrica una mamada perfecta, sus ojos a veces buscan los míos, mi cuerpo vibra. El suyo tiembla de placer.




Juega con mi verga. La mira. Se golpea con ella. Me mira. Se la pone bajo la nariz. Le pasa la lengua por el tronco y se la introduce en la boca y disfruta de su solidez. Vuelve a jugar. Vuelve a mamar. Rueda la saliva. Tengo empapados los cojones. La come tan bien que pierdo el sentido. Cierro los ojos. Suelto un gemido. Él acelera el movimiento y yo me limito a gozar. Pongo todos mis sentidos en su boca y en las sensaciones que me provoca. Abro los ojos y veo los del dependiente de jardinería, que me miran.

Está al fondo del pasillo, a escasos cinco metros de donde nosotros estamos. Le veo la sorpresa tiñendo su rostro. Mira hacia ambos lados. Parece que no se acerca nadie más. Nos observa. Tendrá unos cuarenta. Es fornido. Nos observa y parece fascinado.

Mi amante inesperado descubre que algo pasa, sigue mi mirada y al ver al dependiente le hace un gesto con la mano para que se acerque. El dependiente no se lo piensa dos veces, y mientras da los pasos que lo traen hasta nosotros se saca un vergajo enorme bajo el cual cuelgan unos cojones formidables y llenos de vello rizado y negro. Mi amante nos coloca juntos. Prueba la verga del dependiente, que aún está morcillona y, poco a poco la hace crecer dentro de su boca.

Cuando el dependiente se pone del todo berraco mi amante inesperado me hace acercar mi polla a la suya y les hace sitio a ambas. Le meto mano al dependiente, le agarro el culo y él se pega a mí mientras mi amante inesperado se come nuestras dos vergas a la vez, atiborrándose de polla. Cojo a mi amante inesperado por el pelo y le clavo el vergajo hasta el fondo; al retirarme el dependiente le mete el suyo y comenzamos a follarnos su boca acompasadamente. Mi amante inesperado pone los ojos en blanco, se deshace de gusto. Le damos polla, le obligamos a tragar, y él disfruta como un condenado. Se come la mía mientras pajea la del dependiente junto a su cara. Ahora pasa a la de él. Encierra su glande entre los labios y se deja follar la boca mientras me acaricia los cojones. Vuelve a la mía. Se la traga entera. Me hace un traje de saliva. Luego nos pajea a ambos mientras saborea nuestros glandes. Restriega la cara contra nuestros falos, coloca la frente bajo nuestros cojones. Se vuelve loco con nuestras varas. Junta nuestros falos y mama uno y otro, uno y otro, uno y otro. Me come los huevos mientras el dependiente le arrea pollazos en la cabeza, se la pega en la oreja le llena la frente de su propia saliva. Nuestros miembros brillan, mojados.

Nos coloca uno frente al otro, junta nuestros falos por los troncos, cojones contra cojones, y nos pajea, con la lengua dispuesta a recibir lechadas. Suelta saliva sobre nuestros glandes, masturba nuestras pollas juntas, una contra la otra, y acelera el movimiento. El dependiente se agita para propiciar la corrida. Le aprieto los pezones por encima del uniforme del centro comercial. Se agita más. Se va a correr. La boca de mi amante inesperado baja sobre nuestros glandes, su lengua nos rocía de saliva, mama las dos vergas a la vez. Yo también estoy a punto de correrme. Me quiero correr a la vez que el dependiente. Agarro la cabeza de mi amante inesperado, me lo follo, me follo su boca dispuesta a recibir trallazos de leche. Nuestras vergas están juntas. Nos follamos su boca entre los dos. Mi amante inesperado se ahoga de polla. Estoy a punto de correrme. Lo siento. Lo noto. Me viene, me viene, me vieneeeeeeee.

El dependiente se retuerce. Se corre. Nos corremos. El semen sale a borbotones. Noto el calor de mi leche y el calor del esperma del dependiente sobre nuestras vergas mientras seguimos descargando dentro de la boca de mi amante inesperado. Sigue mamando. El semen se le escapa de la boca, nos rueda verga abajo hasta los huevos. Sigue mamando. Sigue mamando. Sigue mamando…


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