Cinco hombres, cap. 1/2





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La segunda cita con Román fue al día siguiente, después del trabajo. De aquella, yo trabajaba de ayudante de instalador de aire acondicionado. A las cuatro de la tarde ya estaba libre. 

Román era dueño de una sucursal de una sonada fábrica de zapatos, y según me había dicho podía irse a la hora que le diera la gana. Habíamos quedado en el mismo bar en el que nos habíamos conocido horas antes. 

Cuando me presenté, Román me esperaba en la puerta.

- ¿No vamos a entrar? - pregunté, tímido de pronto, sin decidirme a darle ni un apretón de manos.
- Nos vamos a mi casa.
- Buena idea.
- A dormir.
- ¿A dormir?
- Anoche no lo hicimos, y la gente se muere antes de sueño que de hambre.
- A dormir...
- Y no quiero morirme ahora que te he conocido.

Diciéndome cosas así, ¿cómo iba a negarme a que me llevara donde quisiera? 


Montamos en su automóvil. Me pasé el trayecto poniendo y quitando sus cedés. No me gustaba nada de lo que llevaba en el coche. Seguro que si acabábamos liados tendríamos problemas con la música en los viajes.

Estaba histérico. Intentaba recuperar la confianza en mi mismo de la noche anterior y el vínculo que se había forjado entre nosotros tan aprisa y que me hacía sentir que conocía  a Román desde hacía años, pero me dolía el estómago de puros nervios y conforme pasaban los minutos sin llegar a ningún destino me iba poniendo peor.

- ¿Estás nervioso? - preguntó, poniéndome la mano libre en la rodilla.

El contacto me hizo sentir un escalofrío.

- Quizá deberíamos dejarlo - dije, sorprendido de que aquello saliera de mi boca.
- ¿Quieres que te lleve a tu casa?
- No lo sé.

Román apartó la vista de la carretera un momento para estudiarme. Después sonrió y me di cuenta de que era ciertamente hermoso. Eso me puso aún más nervioso.

- ¿Sabes lo que te pasa? - dijo.
- ¿Qué me pasa?
- Que estás muerto de sueño.
- No es cierto.
- Ya verás cómo se te pasa el mal rato después de unas horas en mi cama.

Quise decir que estaba tan excitado por haberlo conocido que no creía que pudiera dormir en una semana (ni que lo necesitara), pero la imagen que acababa de ofrecerme Román me había dejado sin palabras. Unas horas en su cama...  ¿De verdad pensaba que íbamos a dormir?

Continuará...


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